jueves, 11 de abril de 2013

Zona Brontë


No es que necesitemos buscar excusas para visitar Haworth. Una de las excusas era que Héctor hiciese su primer peregrinaje literario, si bien no resultó del todo afín a lo que imaginábamos: no subió las escaleras por las que subían las Brontë por su propio pie, sino conmigo en la mochila; no corrió por los páramos primaverales y verdes y de hecho no llegó a pisar siquiera los páramos cubiertos de nieve. Pero, aunque muy diferente, la realidad estuvo a la altura.

La otra excusa para el viaje era ver la casa-museo redecorada. El año pasado encargaron un análisis de las paredes y demás a una experta que luego saca conclusiones acerca de cómo estaban decoradas en un periodo determinado. De modo que a partir de ese estudio se ha realizado una redecoración de pies a cabeza. El cambio es tal que es como pisar una nueva casa, como no haber estado nunca (de nuevo la página transparente de la que hablaba el otro día) y como entrar en la casa de verdad. Aparte de ciencia e investigación hay también mucho de conjetura y conclusiones, pero la atomósfera, que yo creo que ya lo era pese a ser un museo, es mucho más hogareña.


No daré muchos detalles, para que se mantenga la sorpresa para aquellos que sueñen con ir o con volver, pero hay tres habitaciones en las que podría a quedarme a vivir: el cuarto de estar, que si ya era acogedor ahora ya es - no encuentro otra palabra mejor - reconfortante, el estudio de Branwell (quién me lo iba a decir), cuyo papel pintado es precioso, y por último la habitación de Charlotte, pintada de un azul acuático que le da un tono de irrealidad de lo más adecuado. Llena esta última de todo tipo de parafernalia que parece sólo esperar que vuelva su dueña. Y esta vez el mítico y descolorido vestido de su luna de miel en la vitrina. Imponente pese a estar hueco. Seguramente aun más imponente con ella dentro, aunque ella no pensara así.

Visitamos todo esto con Sarah y Steve y con un Héctor algo inquieto en la mochila que se ponía un poco nervioso en cuanto me paraba a admirar alguna cosa demasiado tiempo. La exposición nueva, Heaven is a Home, dedicada al propio edificio y a sus habitantes más famosos así como al resto de habitantes que ha tenido a lo largo de los años, ese día sólo la pudo ver Manuel mientras Héctor campaba a sus anchas por el rellano que hay antes de entrar a la tienda. Pero no hubo problema, al día siguiente volví yo sola y la vi también con calma. La tacita y plato de cerámica para el té de juguete de Charlotte así como un león de madera de juguete me impactaron.

He aquí algunas de las fotos tomadas en mi paseo en solitario. Estoy encantada de la vida con ellas (no por calidad o porque sean especialmente buenas, simplemente por el recuerdo) y no se me olvida que las tomé casi a costa de perder las manos por congelación y de otra anécdota que quizá por escrito pierde gracia pero que me hace reír siempre que me acuerdo. Primero las fotos:








Dos antecedentes históricos a la anécdota (de ahí que pierda gracia). Uno de ellos es que cuando hemos visitado Haworth con un tiempo atmosférico que permite que se vean las lápidas del cementerio siempre me ha dado rabia/repelús la gente que se sube en ellas y si por lo estrecho que es me he visto obligada a poner el pie en una lápida lo he pasado fatal. Me siento como el marido de Charlotte Brontë, Arthur Bell Nicholls, cuando se empeñó en que los habitantes del pueblo dejaran de tender su ropa sobre las tumbas del cementerio. El segundo antecedente es que hace unos años un capítulo del programa inglés Most Haunted (donde un equipo de "profesionales" visita lugares donde supuestamente hay fantasmas/fenómenos paranormales y hace experimentos, etc.) fue sobre Haworth. Manuel y yo lo vimos con todo el escepticismo posible, claro, para reírnos, pero no imaginábamos que nos reiríamos de verdad hasta que uno de los expertos, en una toma de esas nocturnas con infrarrojos, pisaba y... caía al vacío en un hueco de una tumba. Me reí muchísimo, pero también me puso la carne de gallina imaginar que eso pudiera pasar.

Bueno, pues tan concentrada estaba yo en mis fotos y en no perder ninguna extremidad por congelación que no caí en ninguno de esos antecedentes. Bueno, me subí a una lápida con mucho dolor de mi corazón con el fin de desenterrar los pies de la nieve, de eso sí que fui consciente. Pero cuando ya había tomado las fotos que quería tomar desde allí, en lugar de bajar por donde había subido me bajé por el lateral, que yo esperaba encontrar a la misma altura. Y prefiero no meditar mucho acerca de donde caí (de pie), pero lo cierto es que los pocos centímetros de caída libre se me hicieron lo suficientemente largos como para recordar la caída del chico del programa de televisión. La nieve se quedó al bordecito de las botas y yo di gracias por el hecho de que no hubiera nadie alrededor que hubiera presenciado ni mi cara de susto ni el ataque de risa que me dio.

Cómo nos reímos luego, cuando volví al hotel y se lo conté a Manuel.

17 comentarios:

  1. Antes de haber visto imágenes de la casa de los Brontë, me imaginaba la casa completamente distinta, mucho más salvaje, sin duda influenciada por mi imagen mental de "Cumbres Borrascosas". Ahora la miro, y me parece super-civilizada, casi dmasiado para sus habitantes, que tenían seguramente volcanes en lugar de corazón.

    Admiro vuestro espíritu de viajeros con niño incorporado, hay parejas a los que los niños les molestan y prefieren viajar solos, y es una suerte para Héctor empezar a ver mundo tan pronto.

    Y no me des las gracias por leer y comentar entradas antiguas, tu blog ha sido un feliz descubrimiento y lo estoy disfrutando muchísimo.

    Saludos.

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    1. ¡Jajaja! Me hizo mucha gracia tu imagen mental de la casa de las Brontë Piensa que eran hijas de un párroco así que, como mínimo de puertas hacia fuera, primaba la normalidad.

      No me quiero meter en ningún berenjenal pero si me molestara tanto viajar con niños como para no poder llevar a mi hijo conmigo no los tendría. Yo lo veo así de simple.

      Y te vuelvo a dar las gracias, que me alegra mucho, en serio.

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  2. Qué fotos más bonitas, yo estuve en Haworth hace años, no sabía que habían redecorado la casa, espero volver algún día... y si es con nieve mejor. Un saludo :)

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    1. ¡Pues ya tienes la excusa perfecta para volver! Ya dije que cuidado con lo que deseas, pero sí, la nieve es curiosa, aunque un poco paralizante ;)

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  3. A riesgo de repetirme: ¡qué fotos tan bonitas!

    No suelo subirme en tumbas de nadie, pero si tengo que pisarlas, hasta ahora no me había dado ningún reparo. A partir de esta entrada tendré en cuenta que se pueden venir abajo y la caída no debe ser nada agradable. ¡Menudo susto con tu mini-caída!

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    1. Claro, ahora el reparo no será sólo por respeto hacia los de debajo sino por precaución con la persona de arriba ;)

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  4. Jajaja, el habitante silencioso de la tumba se vengó! Son cosas que pasan, de hecho seguramente estaría contento con la visita y luego tendría algo que contarles a sus compañeros jeje ;) Un paseo precioso!

    Algún día espero poder ir. Sin duda debe de impresionar bastante ver algo tan cotidiano como un juguete o un vestido, algo tan palpable y del día a día, pertenecientes a una Bronte. Me gusta lo de la habitación de color azul, creo ser capaz de imaginarme a Charlotte en dicha estancia :)

    Un saludo!

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    1. Algún día irás y lo disfrutarás. Hay quien se queja de que el museo rinde más "homenaje" a los enseres personales de las Brontë que a su obra, pero yo lo valoro precisamente por eso. Su obra la puedes homenajear en cualquier sitio: sus cosas, las cosas que los hacen humanos, sólo allí. Y seré como quien venera las reliquias de un santo, pero a mí me fascina ver sus cosas, por cotidianas que resulten o precisamente por eso.

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    2. Exactamente!Me fascinaría tener al alcance de la mano un utensilio personal de algún escritor idolatrado!A veces olvidamos que fueron personas normales, que usaban cosas cotidianas y corrientes. Me llama mucho la atención las pequeñas cosas, los detalles, y creo que el hecho de que el museo haya apostado por esta visión tan íntima de las Bronte resulta muy especial.Las hace más humanas, más cercanas en el tiempo a nosotras.

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  5. Me encantan tus fotos, especialmente la primera, pero todas! " Y prefiero no meditar mucho acerca de donde caí..." Ayyy, mejor no pensarlo mucho, desde luego, jajajaª!

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    1. Gracias, Elvira. Y sí, cuando volvamos sin nieve obviaré la zona en la que caí en picado no sea que vea un agujerito sospechoso ;)

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  6. Ya puedes estar contenta con las fotos...son súper evocadoras ¡Y hay carámbanos! Jajaja...
    Yo tampoco soy de pisar tumbas y mira que llego a visitar cementerios. Tampoco me ha pasado nunca nada raro en ninguno de ellos...aunque ya me gustaría, ya.

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    1. Precisamente yo creo que son los que tienen poca costumbre de visitar cementerios los que pisan las tumbas. ¡Y mejor que no te pase nada raro en ellos!

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  7. Comprendo lo de no pisar las tumbas, no resulta agradable ni siquiera quiero pensar en la posibilidad de ello.
    Las fotos son una pasada, muy melancólicas y con una atmósfera muy especial.

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  8. Qué fotos más bellas..Cristina...Y el silencio que suelo asociar a la nieve, se transmite en estas fotos. No sabía que había habido cambios en el interior de la casa de las Brontë. Nos has puesto los dientes largos...ahora a ver cómo hago para volver...
    De momento me quedo con tu relato y las fotos que has hecho...de algún modo es como si paseara por allí (sin pisar tumbas, claro...no vaya a ser que saliera el Sr. Bell y me dijera algo...aunque algunos dicen que las tumbas en las iglesias -que también evito pisar- están ahí, para ser pisadas, era un gesto de humildad...pero te aseguro que soy incapaz de pisar a Jane Austen o alguna otra persona...bueno...tal vez...a alguno sí sería capaz de pisarlo. jejeje) Un beso!!

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    1. También me da repelús pisar las lápidas quqe hay en iglesias, etc., aunque desconocía lo de la humildad que dices y me ha parecido interesante.

      Y sí, ahora tienes que volver a ver la casa redecorada. Oh, yo creo que te encantará.

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