El viernes también me di una buena caminata por Barcelona. Fue el primer día que saqué el abrigo del armario y pensaba que me sobraría cuando fuera por el sol, pero qué va. Pude disfrutar de un día de los que me gustan: frío y soleado.
Después de andar y andar y, vale, sí, coger el metro, mis pies me llevaron hasta un parque lleno de colores otoñales.Una vez fuera del parque y yendo hacia donde había quedado con Manuel me topé con esto que gritaba que le sacase una foto. No me resisto a las escenas de plantas/árboles y farolas, y menos si el árbol en cuestión está cuajado de naranjas en plena ciudad.
Poco después de hacer esta foto decidí entrar un momentito en El Corte Inglés. Y en qué momento. Tardé 15 minutos en conseguir salir y no precisamente porque estuviera mirando nada en concreto, aunque vi los juegos de té unas mil veces mientras daba vueltas cada vez más desesperada tratando de buscar las escaleras de subida y luego, cuando ya me veía más cerca por fin de escapar, tardé otro tanto en encontrar la salida. Yo, que iba con tiempo para llegar antes que Manuel, llegué tarde por culpa de los laberintos de El Corte Inglés. Y si al menos hubiera encontrado lo que buscaba...
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