viernes, 29 de agosto de 2008

Central Park (I)

El primer día completo estábamos muy de buena mañana en la calle, integrándonos en la vida neoyorquina comprando el desayuno en un carrito. Descubrimos tres cosas: que llevar en la mano un chocolate hirviendo durante un rato no es tan cómodo como se ve en las películas y como se ve, de hecho, por las calles; que abrir el trocito para beber el vaso de chocolate es una operación de alto riesgo (que requiere práctica, el último día ya lo dominábamos); y, en mi caso, que desayunar un bagel con cream cheese (queso Philadelphia de toda la vida) es de las mejores cosas del mundo, más aun si es caliente (como luego descubrí) y también de lo más apañado, porque al ser gigante te sirve tanto de desayuno como de bollito de media mañana y, si apuras, hasta casi de comida. Desayunar es un chollo. No recuerdo exactamente, pero diría que un buen vaso de chocolate caliente y el bagel gigante con montones de queso no cuestan más de $3,50 por persona.

El caso es que así fuimos por la quinta avenida (ya habrá una entrada donde la comente más a fondo), subiendo, subiendo hasta Central Park. Entrar en Central Park es como entrar en otro mundo. Nueva York es una ciudad ruidosa, pero es cruzar la puerta de entrada del parque y te trasladas a otro mundo. Empiezas a ver los edificios a lo lejos, sobre los árboles, y cuesta creer que realmente están tan cerca. Pensaba que por ser tan tempranito había mucha gente corriendo (y se contaban con los dedos de una mano los que no llevaban su iPod) pero luego ese mismo día y los siguientes ya vi que en Nueva York hay gente para todo y que siempre hay mucha gente haciendo jogging.

También en Central Park están las nannies que - al menos yo me monté esa película, por influencia innegable del cine - cuidan de los niños de los ricos, yo me preguntaba si algún niño sería hijo de algún famoso. Y también se ve a los paseadores de perros que salen también en las películas (y Manuel se reía de mí y se preguntaba si alguno de los perros sería el perro de algún famoso). Lo de los perros en Nueva York es como otro mundo: se ven muchísimos perros de esos de peluquería y también se ven carritos especialmente diseñados para transportar a los perros pequeñitos (no de edad, sino de tamaño). Otro mundo.

El caso es que, empezando a ver todo eso, que iríamos viendo más en profundidad según avanzaba la mañana y nos adentrábamos en el parque, pasamos por una impresionante avenida hasta llegar al lago. La plaza desde la que se ve el lago, con la fuente de Bethesda en el centro, sale en muchas películas. A mí la que me vino a la cabeza cuando llegamos fue Un día inolvidable y creo que a Manuel le faltó poco para tirarme al lago sólo por la mención (no soporta esa película ni tampoco Tienes un e-mail, curiosamente las dos muy neoyorquinas. Mis referencias a Friends eran bastante mejor recibidas, eso sí). Y es que es cierto que Nueva York a veces parece más un decorado gigante que una ciudad. Esperas en cualquier momento descubrir que los edificios son de cartón piedra. No sé qué va antes, si el huevo o la gallina: si es que Nueva York fue una ciudad de cine desde el principio y por eso se rodaron tantas películas en ella o que por el hecho de que se rodaran tantas películas en ella se ha convertido en ciudad de cine. También está el hecho de que cada vez que giras una esquina no sabes qué te encontrarás, siempre está pasando algo y siempre ves a gente que te gustaría que te contara su historia.

El lago fue un poco un chasco porque creo (de nuevo esto es de mi cosecha) que la gente se ha pasado tirando tortugas y se les ha llenado de esa planta exótica que se reproduce tan rápido. En un trozo del lago hay una zona para tortugas, así que la idea no es tan descabellada. No sé si por ese motivo o por otro, están haciendo "obras" en el lago, así que no que queda del todo vistoso, entre el agua verde y las máquinas. Había bastantes obras en Nueva York estropeándome mis fotos: San Patricio, el Metropolitan, el Empire State Building....

Y aquí lo dejo por hoy, aunque no he terminado con Central Park, quedan muchas cosas. No sé si lo digo del todo en serio o no, habría que ponerme a prueba pero creo que no hubiera tenido problema en pasar todos los días que estuvimos únicamente en Central Park. Haría del banco de abajo mi centro de operaciones. Me encanta la costumbre inglesa y ahora veo que también americana de dedicar bancos... Me encanta leer las plaquitas y encontré muchos que me gustaron, pero sin duda me quedo con Margie's Bench, que además estaba en la avenida enorme.

Como siempre: las fotos mejor en grande, haciendo clic sobre ellas.

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