jueves, 19 de marzo de 2009

Among the Bohemians, de Virginia Nicholson

El año pasado me quedé tan satisfecha después de leer Singled Out (Ellas solas), de Virginia Nicholson que en cuanto vi que antes de ese había escrito otro libro no me lo pensé dos veces y me lancé a por él. Among the Bohemians estuvo esperando turno unos meses en la estantería hasta hace unos días en que ya no pude más: estaba deseando leerlo.

Y desde luego si hay alguien capacitado para escribir sobre los bohemios ingleses de finales del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX esa es Virginia Nicholson. Aparte de las conexiones familiares iniciales (hija de Quentin Bell, nieta de Vanessa Bell, sobrina nieta de Virginia Woolf, sobrina política de 'Bunny' Garnett, descendiente de Rosalind Thornycroft y Noel Olivier con multitud de amigos del mundillo), está lo que demuestra también en Singled Out: que consigue que la no-ficción, el ensayo, no sea una cuesta arriba, una competición de palabras raras y una forma de presumir de lo mucho que se sabe. Ella lo hace lo más ameno del mundo, lo acompaña de citas que hacen que las palabras salten de la página y se hagan realidad. Una maravilla, vaya.

Muchos de los nombres anteriores seguro que no dicen nada. Lo mismo me pasaba a mí cuando empecé a leer. ¿Rosalind Thornycroft? ¿'Bunny' Garnett? Y he ahí lo complicado del libro y lo que Virginia Nicholson aclara. Los bohemios eran un grupo de gente que vivían por y para el arte (supuestamente) pero pocos de ellos, pese a que muchos se considereban genios, han pasado a la historia por sus obras (sí, por ejemplo, el pintor Augustus John que era el rey de Bohemia y que no tenía problemas en aumentar la población de ese país sin fronteras reales). Hay algunos conocidos, por supuesto, pero la mayoría de nombres, por lo menos a mí, al principio no dicen nada, de ahí que haya unas minibiografías de lo más apañadas en un apéndice. Para cuando acabas el libro no estás muy familiarizado con su obra (para eso está internet), sino con su forma de vida, que es, podría decirse, su verdadero legado.

El libro, en lugar de estar escrito cronológicamente, está organizado por temas: el dinero, la amistad, el amor, los hijos, los viajes... Y cada tema viene precedido por una breve introducción sobre cómo era la normalidad en ese sentido en la época. Así, por ejemplo, en el capítulo de los hijos, leemos la anécdota de un padre normal y corriente que se encuentra en el parque con unos niños y una niñera que le saludan desde lejos. Este hombre no tiene ni idea de quiénes son hasta que su acompañante le sugiere que quizás sean sus hijos. O el capítulo de la limpieza de la casa viene precedido por las recomendaciones a las amas de casa del libro-biblia del ama de casa de la época (unas recomendaciones que dan miedo). Así nos ponemos en situación porque aunque a día de hoy hay algunas "transgresiones" bohemias que siguen chocando hay otras, sin embargo, que ahora no suenan demasiado radicales. Pero es cuando se contrastan con lo normal en la época cuando te das cuenta tanto de lo radicales que eran en su día como de lo que les debes, sin saberlo, a los bohemios.

Como Singled Out, el libro está plagado de anécdotas contadas en primera persona que lo hacen todo mucho más real. De nuevo no son datos, no son cifras, son las palabras de una sola persona las que ayudan a conocer mejor la situación general (general dentro del grupo del que se habla, claro está). Los bohemios eran claramente una minoría, sin embargo eran una minoría ruidosa que no pasaba desapercibida. La revista Punch, no podía ser de otra forma, se reía de ellos.

Capítulo a capítulo vas conociendo mejor tanto al grupo como a los bohemios. Eso sí, hay dos subgrupos de bohemios. Están los muertos de hambre, los que cumplen a rajatabla la imagen estereotípica del artista que vive en el ático y apenas tiene para comer y que aunque venga de una familia de clase media ha roto los lazos con ellos. Y están los bohemios que son de clase media o superior y que no rompen lazos, que tienen dinero para comer y para pagar a uno o varios criados, que desde luego no viven en áticos sin muebles (a este grupo pertenecen la mayoría de los del grupo de Bloomsbury que incluía a Virginia Woolf). Pero bueno, sabes que en general son generosos, unos porque pueden y otros porque cuando ganan algo lo gastan como si pudieran. Hay quienes prefieren invertir la mayor parte de las ganancias en flores para el estudio en lugar de en comida, hay quienes en una noche se gastan todo lo que han ganado invitando a los presentes en el Café Royal (quizá el refugio bohemio por excelencia). Hay quienes tienen quebraderos de cabeza porque no se entienden con la cocinera y quienes viven a base de huevos, "la comida rápida de la naturaleza" según Virginia Nicholson, durante semanas (Virginia Nicholson se pregunta también cuántas obras de arte le deben su existencia a la tortilla). Hay quienes apilan los platos sucios durante una semana hasta que vuelva la criada y los lave y quienes viven en una pocilga (algunos literalmente) porque tienen que elegir entre limpiar o crear. Hay una imagen terrible de Katherine Mansfield con las manos metidas en un fregadero atascado por la grasa de una comida reciente que se queja desesperada porque ella quiere "luz, música, gente".

Mis capítulos preferidos han sido los dedicados a los niños, que en su mayoría crecían salvajes (y alguno acabo metiéndose en la marina en busca de orden y hay quien luego dijo estar convencida de que la educación formal es lo bueno), el que trata sobre la decoración bohemia (ahí sí que fueron transgresores y ahí sí que les debemos muchísimo; mención especial a Charleston, la casa de campo de los Bell, los abuelos de Virginia Nicholson, que es donde está ella en esta foto de al lado), el que trata sobre la ropa y los que tratan sobre la limpieza y la higiene personal (hay bohemios a los que una no querría ver de cerca) y la comida. Y resulta que los bohemios son los primers culpables de la transformación de pequeños pueblos con encanto (sobre todo en las costas mediterráneas) en paraísos del cemento.

Es decir, que como Virginia Nicholson dice en la introducción, lo que nos gusta de visitar las casas de los escritores y/o artistas no es tanto ver dónde escribieron y/o pintaron, sino ver cómo vivían mientras escribían y/o pintaban, cuál era su día a día. Y ella desde luego consigue contarlo con pelos y señales y comprobamos que el subtítulo de "Experiments in Living" (experimentos de vida) no es por casualidad.

Y aunque ella no habla demasiado de las obras, siempre está internet que aclara muchas cosas y que me ha tenido haciendo más de cien clics por minuto algunas veces. Pero ya decía antes que si estos bohemios son conocidos - y muchos a estas alturas no lo son - es casi más por su estilo de vida que por su arte con alguna que otra excepción.

Quieras o no, sean más o menos raritos, coges cariño a este grupo de hippies avant la lettre. Por eso el epílogo, que es el equivalente a cuando en las películas te dicen "Joseph se mudó a un rancho de Montana y vivió el resto de sus días de su huerta", deja muy mal sabor de boca, porque no sólo ninguno de ellos se mudó a Montana y vivió de su huerta sino que muchos, por suicidio o por consecuencias de la vida bohemia, acabaron sus días más bien pronto. También los hay que alcanzaron los cien o más. Frances Partridge, que murió en 2004 a la edad de 103 años, creía que había vivido todos esos años para funcionar como una especie de archivo.

Virginia Nicholson resume el estilo de vida bohemio con unas palabras de Roy Campbell:

To live one must always be intoxicated with love, with poetry, with hate, with laughter, with wine--it doesn't matter which. . .
Para vivir uno debe estar siempre intoxicado de amor, de poesía, de odio, de risa, de vino; da igual de qué...

Y yo creo que si se han animado a traducir Singled Out deberían también arriesgarse con este.

6 comentarios:

  1. Completamente de acuerdo en lo de la traducción. Tiene una pinta buenísima. Muy buena recopilación de los distintos bohemios y sus vidas. El de la decoración bohemia tuvo que estar también muy bien. Y la mención a Katherine Mansfield...Bss

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  2. Pues sí, María, el libro es una maravilla. En estructura y demás es muy parecido a Ellas solas. Yo tengo claro que voy a seguir a Virginia Nicholson muy de cerca a partir de ahora :)

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  3. Gracias. Si no fuera por tu blog casi seguro no me enteraría de la existencia de estas pequeñas joyas.
    Queda apuntado en la lista de futuras lecturas.

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  4. Gracias, Cecilia, pero seguro que tarde o temprano los descubrirías.

    Con lo de "pequeña joya" vas bien encaminada :)

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  5. Lo quiero leer, lo quiero leer!!! Veremos si lo traducen, yo en pleno acto de fe digo que sí, que lo van a traducir seguro.

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  6. Pues ojalá te escuchen los hados editoriales, Roberta.

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