Volvimos hace unos días, pero desde entonces apenas hemos parado, entre hacer torrijas, montar sillas, organizar cosas y, por supuesto, vaguear un poco. Así que me reservo las fotos de la otra capital catalana un día o dos más y entro en materia con lo que decía de las torrijas.
Ayer pasamos la mañana entre fogones en una tarde de sábado de repostería reconvertida puntualmente en mañana de Viernes Santo de torrijas. Yo había sido muy ambiciosa y había comprado dos barras pero pronto quedó claro (nada más salir de la panadería casi, y luego hablando con la asesora culinaria) que sólo utilizaría una... ¡y de sobra!
Salieron tan ricas como el año pasado y tantísimas que aún quedan un montón (literalmente). Nos reímos cada vez que nos zampamos una recordando al nutricionista que, por lo visto, recomendó comer sólo una torrija en toda la Semana Santa y ni siquiera de una sentada. No: hay que partirla en ocho trocitos, uno para cada día, hasta que el octavo (esto ya es de mi cosecha) te dé tanto asco comerte el trozo reseco y medio pocho que aborrezcas las torrijas para el resto de tus días. Vamos, que como decía Manuel mientras yo rebañaba con mucho gusto el limón y la canela que habían hervido con la leche* si el nutricionista un día se topase con nosotros su "excelente" alimentación no le salvaría del ataque que le daría al conocer nuestras costumbres reposteras.
Y ya tenemos preparados los huevos de pascua y demás cosas de chocolate para mañana, claro. Así que, señor nutricionista, absténgase de leer el blog mañana que seguiremos con la sobredosis de azúcar.
* ¡Y yo estaba deseando que me sobrase leche de esa! Está riquísima después pero ayer nos llegó justita. Quería recrear el té americano que nos sirvieron en una cafetería de la otra capital catalana (no sé por qué el misterio, pero ahora que he empezado ya me veo obligada a llevarlo hasta sus últimas consecuencias). Estaba hecho - sin agua - a base de leche, cáscara de limón y canela en rama y molida. Riquísimo y bien calentito cuando fuera no hacía más que diluviar y diluviar.
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Hace 5 días
Pues hoy no he querido ser menos y he merendado, cosa que no hago jamás. Me han traído un pastel de mousse de chocolate de Vilaplana delicioso que hemos combinado con unos bizcochos nuevos para mí en forma de tortas que se llaman "bolluelas". ¿Las conoces? Muy ricas, sin grasa (muy de agradecer).
ResponderEliminarTus torrijas tienen una pinta bárbara, pero me temo que yo debería hacer caso a tu nutricionista. :-)
Pues no conozco las bolluelas, Elvira, pero por lo que he visto por internet (me has picado la curiosidad) tienen que estar ricas, sí.
ResponderEliminarBah, ni caso al nutricionista ese ;)
Yo llevo tres días desyunando torrijas y confieso que no me canso!!. Tengo las de mi madre, las de mi suegra, las de la pastelería de casa... es un no parar!
ResponderEliminarJeje, me pasó lo mismo, compré un par de barras y con una ya tenía suficiente...
ResponderEliminarUn saludo,
Tanakil.
Roberta: haces bien en no cansarte. A nosotros se nos acabaron ayer por la noche y ya las estoy echando de menos. Disfruta de las tuyas :)
ResponderEliminarTanakil: lo peor es que seguro que el año que viene volvemos a comprar dos ;)
pues qué listo el nutricionista, con razón acabas aborreciendo las torrijas!
ResponderEliminarMmmm!! Qué ricas tendrían que estar!! Con fotos así!! Aquí ya se nos han terminado...pero estoy por hacer más!! Bss
ResponderEliminarIris: ¿verdad? Con ese método se aborrece cualquier cosas.
ResponderEliminarMaría: sí, cuando se nos acabaron a nosotros también me dio mucha pena. Esperar un año parece tanto...