domingo, 30 de agosto de 2009

île de la Cité

No sólo París, como buena capital, tiene su correspondiente río como decía ayer, sino que además su río tiene islas. La Île Saint-Louis ni la pisamos, pero si nos dimos unos buenos paseos por la de la Cité que es, por ejemplo, donde está Notre-Dame.

Allí llegamos ilusos después del Louvre y el correspondiente paseo por el malecón Louvre-Île de la Cité, cruzando a ella por el Pont Neuf porque a Manuel le hacía ilusión cruzar por un puento mítico en la historia del cine (¿francés?). El pobre lo intentaba, pero yo a menudo me perdía en las referencias cinematográficas. A lo máximo que yo llegaba - más que nada porque salían de mí - fue a Amélie (más en una futura entrada) y a Before Sunset (Antes del atardecer).

Resultó que había una cola enorme y que por medidas de seguridad la tarjeta de visita adelantada aquí no permite saltarse la cola, sólo te ahorra el tener que pagar. Estábamos cansados y había mucho que ver aún, decidimos volver al día siguiente a primerísima hora, porque teníamos muchas ganas de ver las famosas gárgolas de cerca.

Al día siguiente nos enteramos 1) de que el día anterior podíamos haber entrado a ver la Catedral por dentro sin colas, puesto que es gratis y de acceso libre y 2) que a quien madruga no siempre Dios le ayuda ni aunque sea para visitar una catedral. La cola a primera hora era idéntica a la del día anterior y el sol ya achicharraba. Así que saludamos a las gárgolas desde abajo y entramos a ver la catedral por dentro, que también merece la pena.

Como el reflejo de comprar souvenirs no siempre justificados es mi reflejo de entrar una iglesia donde se pueden poner velas en la capilla que uno elija y querer poner una vela a la capilla que más me convenza por motivos totalmente aleatorios. Así que yo quería-quería-quería poner una velita en Notre-Dame y valoraba a quién ponérsela mientras íbamos dando la vuelta. Llegamos a la capilla de Juana de Arco y como ninguna capilla hasta entonces me había dicho gran cosa, decidí que, por ser la más conocida, se la iba a poner a ella. Menos mal que Manuel vino a pararme los pies y a recordarme que Juana de Arco no pertenecía precisamente al club de la anglofilia y que ponerle una vela seguramente te hace perder el carnet de anglófilo de forma automática. Así que con ese susto en el cuerpo y para no arriesgarme a poner velas a posibles "enemigos" decidí no poner ninguna vela.

Ah, por cierto, aviso para turistas: en las zonas muy turísticas y sobre todo en Notre Dame hay chicas a las que se las ve venir desde lejos - literal y figuradamente - que te preguntan como obvio mecanismo de robo "do you speak English?". Por supuesto el gesto inmediato es moverse hacia cualquier sitio. No me gusta ser paranoica ni decir estas cosas, pero así es y es bastante molesto.

El caso es que la tarde que renunciamos a las gárgolas por primera vez, nos fuimos a un sitio que estaba en mi lista de prioridades y que, por la escasa cola que había, tampoco debe de tener tantas estrellas como el Louvre en las guías (es incomprensible pero de todos modos espero que se mantenga así): la Sainte-Chapelle, donde sí pudimos entrar sin hacer cola gracias a nuestra tarjetita (a veces) mágica. Yo tenía muchas ganas de verla y grandes esperanzas de que me gustara mucho, pero lo cierto es que al natural es aun mucho más impresionante de lo que pueda serlo en foto. La primera visión deja literalmente boquiabierto y a medida que la miras con más detenimiento y ves la cantidad de detalles que la adornan - las vidrieras son, por supuesto, el plato fuerte, pero una mirada al suelo tampoco queda desperdiciada en absoluto - casi corres el riesgo de sufrir síndrome de Stendhal.

A pesar de lo que he dicho antes de las estrellas de la guía, que nadie se llame a engaño y piense que no había nadie, porque para lo pequeñita que es sí que había mucha gente. Y un señor cuya misión en la vida parece ser la de hacer "shhhhh" periódicamente y recordar a la gente maleducada que están en una capilla. Un trabajo casi tan apasionante como el de custodiadora de la Gioconda en el Louvre.

Después de eso nos recomendaron visitar la Conciergerie, que está al lado y es donde María Antonieta pasó sus últimos días. Ahí hay mucha menos gente - la relación amor/odio de los franceses con María Antonieta o cualquier razón rocambolesca no parecen permitirles ni espabilarles para sacarle del todo partido a la popularidad de esta mujer gracias a la película - y es comprensible. Pagar por verla no merece la pena especialmente. Si llevas tarjeta que te permite entrar "gratis" sí que es una curiosidad, pero no imprescindible. Se ha reformado muchas veces y aunque han hecho todo lo posible por dejarlo todo como María Antonieta lo hubiera visto, todo son conjeturas. Aun así, es curioso y dentro de lo que cabe está bien puesto.

Dimos alguna que otra vuelta más por la islita y el día de la despedida definitiva de las gárgolas, cuando tomábamos el malecón hacia el Museo de Orsay, vimos desde allí el final, la puntita de la isla, con unos turistas allí parados que no sabían muy bien qué hacer llegados a ese punto.

8 comentarios:

  1. oh, là la!!! Soy una enamorada de la Sainte Chapelle y, además, tubimos la suerte de verla en relativa calma...me senté en una sillita de madera y me tiré horas leyendo las vidrieras cual tebeos...¿no puede ser una anglo-francófila tranquilamente? A mi, desde luego, no me causa problema alguno...Juana era una exaltada.

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  2. Cristina, felicidades por este arte de la crónica viajera. Yo tengo aún que hacer la mía y creo que iré solo al grano. Nada que ver con la dedicación que le estás poniendo.¡Qué energía!.
    De París, me quedo con los rincones a los que no llegan los turistas en masa (como yo...) y Saint- Germaine-de-Pres. Así como la Île de Saint-Louis.A claro, y todos los cementerios...

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  3. Yo creo que es bueno viajar a los sitios a los que has ido tú antes para saber lo que vale la pena y organizarse bien. Nos lo das todo tan bien explicado!! Aunque ya conozco París, me has explicado cosas que no sabía. Gracias!!

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  4. Samedimanche: en la Sainte-Chapelle, cuando nosotros estuvimos, había bastante gente, pero no llenazo absoluto. Yo también pude sentarme en una silla y deleitarme en las vidrieras, una gozada.

    Yo es que nunca he sido francófila ;)

    Insonrible: gracias por el comentario. Tengo ganas de leer lo que tú cuentes, que ir al grano es algo que yo no domino como puedes ver. Definitivamente comparto de lo que lo mejor de París son los sitios que no tienen el máximo de estrellas en las guías. Y si volviéramos a ir y tuviera que cambiar algo sería eso, dejar los sitios más turísticos y dedicarnos a los que son menos turísticos pero, en mi opinión, mucho más memorables. Los cementerios me hubiera encantado verlos.

    Elvira: cuánto me alegro :)

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  5. Bueno, la primera vez que vas a París es así. Después ya vas "más al grano". Vuelves con las cositas personales ya seleccionadas y disfrutas la ciudad de otra manera. Yo tengo la suerte de tener a uno de mis mejores viviendo en París. Así que puedo permitirme eso de volver cada año para ver esos lugares fetiches que cada año vas descubriendo en lecturas y admiraciones varias a la tierra de Proust.
    Ya verás que la próxima vez tendrás "otro viaje" más íntimo.

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  6. Sí, supongo que es lo que pasa con este tipo de ciudades, como con Londres, por ejemplo. Es cuestión de dar con lo que te gusta en ellas y no sólo con la fachada turística.

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  7. Pues es una lástima que no llegarais a dar un paseíto por la Ile Saint Louis porque es preciosísima. A mí me tiene totalmente loca, tanto que hasta me interesé de cuánto costaba una buhardilla en una placita encantadora que hay.
    Respecto a Notre-Dame, a mí la verdad es que la primera vez que la vi me decepcionó un poco pq esperaba muchísimo más. No digo que sea fea, pero considero que no hay para tanto. En París hay iglesias más bonitas, a mi gusto, que no tiene que ser el de todos, claro :D

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  8. Pues vaya, sí que es una pena lo de la Île Saint Louis.

    A mí Notre-Dame ni me decepcionó ni me entusiasmó. Normal, está bien. Es cierto que hay iglesias más bonitas, la Sainte-Chapelle sin ir más lejos.

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