lunes, 24 de enero de 2011

Bizcocho de guindas

El viernes, a la hora de elegir la repostería para el sábado, decidí buscar algo de chocolate para hacer. El primer inconveniente fue que a veces los ingredientes son difíciles de encontrar o, directamente, hasta donde yo sé, inencontrables. Así que me decidí por uno pero Manuel no parecía muy convencido. Como por falta de libros no será, seguí pasando páginas y vi un bizcocho que llevaba justo la cantidad de almendras molidas que nos habían sobrado del pastel Madeira de la semana anterior y que estaban a punto de caducar. Curioso porque el elemento clave del bizcocho es uno que normalmente veto y quito de todo lo que lo lleva: guindas. Mira que me gustan las cerezas, pero no puedo con las guindas: las quito de los roscones y de cualquier otra cosa que las lleve. Pero ¿cómo resistirse a la cantidad exacta de almendras? Y además a Manuel siempre le gusta la repostería que lleva cosas que normalmente no me gustan.

Otra cosa que me convenció fue que la autora - de nuevo Trish Deseine - lo presentaba como otro clásico de la hora del té inglesa. Así que me tomé eso y lo de las almendras como una señal y ya veríamos qué pasaba con las guindas.

El sábado nos pusimos manos a la obra: mientras yo me ocupaba de seguir las instrucciones acerca de las guindas: partirlas en cuatro, lavarlas y secarlas bien, Manuel se ocupaba de todo lo demás. Así llegamos al problema de la levadura. La receta pedía "un sobre de levadura" pero mirando por internet el día anterior (¡a veces nos preparamos las recetas y todo!) descubrimos que eso era una medida más bien inexacta, puesto que cada marca y cada marca en cada país (la autora del libro es inglesa pero vive en Francia) pone en los sobres de levadura la cantidad que le apetece. Por no mencionar el hecho de que, hace un tiempo, y harta de que la medida de la levadura siempre viniera en cucharaditas, decidí abandonar los sobres (que en realidad creo que nos duraron hasta la semana pasada) y compré un botecito de levadura Royal de donde es más fácil sacar cucharadas. Pues bien, típico: la semana en que por fin abrimos el bote es la semana en que la receta que hacemos da la medida de la levadura en sobre. Total, que el viernes calculamos el contenido medio de un sobre de levadura internacional y, para bien o para mal, nos salió que sería de 20 gramos. Así que Manuel añadió 20 gramitos de levadura a la harina antes de tamizarla. Hasta ahí bien.

En esto yo acabé de procesar las guindas, pringada de almíbar por todas partes. Y aunque ese proceso, según la autora, era el truco para que no se quedaran en el fondo, a mí me quedaba la duda de si rebozarlas o no en harina, como sí sé que hay que hacer para que los tropezones no se hundan en los bizcochos. Pero bueno, supuse que la autora sabría de lo que hablaba.

Lo mezclamos todo y al horno que fue. No habían pasado ni cinco minutos a una temperatura bajita (160ºC) cuando el bizcocho empezó a subir más rápido y como nunca había visto subir a ningún bizcocho. Diría que fue como telehorno en sus mejores tiempos pero mentiría: era telehorno como yo nunca lo había visto. Y de nuevo la duda de si se saldría del molde, de si deberíamos poner algo debajo por si acaso, de si las leyes de la física realmente impedirían el desparrame, de si nos compensaba abrir el horno en estos minutos clave sólo para asegurarnos de que el horno no se convertía en zona catastrófica. Al final dejamos a la física hacer y, efectivamente, pese a que rebasó el borde del molde por lo menos dos centímetros, el bizcocho no se desparramó. Respiramos con alivio, pero sólo brevemente, ya que al haber subido tantísimo, se acercaba más a la parte de arriba del horno que ningún otro pastel, así que de nuevo batiendo récords, empezó a dorarse por la parte de arriba. Cuando adquirió el color que yo consideré ya límite y aún en el tiempo no reglamentario de abrir la puerta, tuve que decidirme a taparlo con papel de plata para evitar que se quemara. Al miedo a abrir el horno y que el pastel se me desinflara también estaba el miedo a lo que ya me pasó una vez: que el papel de plata se pegara a la parte de arriba del bizcocho, así que en el abrir y cerrar de ojos en que abrí el horno tuve que tratar de colocar el papel de plata de forma que tapara bien pero no tocara el bizcocho. Ingeniería pura.

Con el papel de plata se acabó telehorno, pero después de esos momentos tan animados y estresantes casi lo agradecí. En teoría el bizcocho tenía que hornearse durante hora y media, pero como yo ya sabía que al autora decía que cada horno es un mundo y que la semana anterior nuestro horno había demostrado ser más rápido que el suyo, no me fiaba yo del todo. Y al final hice bien en no fiarme: al cabo de 55 minutos saqué el bizcocho del horno en su punto. Por cierto que luego, cuando lo probamos, Manuel dijo que sí, que estaba justo en su punto, menos mal que no pasado porque, si tiene que elegir, prefiere el bizcocho un poco húmedo a un poco seco. ¡¿Qué?! Eso no era lo que yo tenía entendido. Ya le dije que en el blog había puesto una y mil veces lo contrario, pero nada, ahora resulta que, sin gustarle, prefiere los bizcochos húmedos a secos. Pfff.

Y el bizcocho resultó (y sigue resultando, que aún queda más de la mitad) un éxito, salvo por el hecho de que, con la excepción de alguna guinda perdida, en general se quedaron en la parte de abajo. No me importa demasiado porque así afronto la zona guindas (a veces me la como con un poco de repelús y a veces se las paso a Manuel) de una sentada y no hay sorpresas en mitad del bizcocho que, como dijo Manuel, pese a no tener gran cosa, quedó muy bueno. Y no le falta razón, está delicioso.

Yo lo saboreé el domingo para desayunar acompañado de mi té y comprobé que los ingleses tontos no son: mi hora del té particular resultó, efectivamente, de lo más agradable con esa combinación.

Y al ratito, para bajarlo todo, a planchar. De nuevo nos acompañaba Cary Grant esta semana: Every Girl Should Be Married (En busca de marido), de 1948, con Betsy Drake, que trataba de cazarlo en la película y parece que también detrás de las cámaras puesto que se casaron al año siguiente. Por lo visto fue el matrimonio de Cary Grant que más duró. La película, como era de esperar, estaba muy bien.

16 comentarios:

  1. Como ya te dije una vez, lo de vuestro telehorno es apasionante :D A mí las guindas tampoco me encantan cuando van enteras encima de algo, pero creo que así troceadas en medio de un bizcocho sí me gustarían. De hecho me encantan los bizcochos con frutas confitadas, frutos secos y cosas así. La pena fue que se bajaron al fondo, no? Porque visualmente es muy bonito encontrarse las guindas por el medio, jeje.

    saluditos!

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  2. Lillu: sí, telehorno es súper-emocionante. Estoy por poner una webcam ;)

    Lo de las guindas, efectivamente, fue un chasco visualmente, pero ya te digo que en la práctica casi lo prefiero así, todas juntitas. Yo soy poco de guindas y de frutas confitadas, la verdad.

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  3. Madre del amor hermoso!!Menuda odisea....No sé si conoces esta página pero te la recomiendo muuucho, creo que te va a encantar lo que ofrece: www.foodandcook.net y su revista Whole Kitchen, ya me contarás!!
    Un saludo

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  4. Sí la conozco, sí, desde que otra lectora del blog, Malglam, me la recomendó hace unos meses. Pero muchas gracias de todas formas: efectivamente, me encanta :)

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  5. Yo tampoco puedo con las guindas. Por cierto, te dediqué tu molino en una entrada de mi blog. :-)

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  6. Pues mira, no sé por qué pensé que sí que te gustarían las guindas.

    ¡Me lo he perdido! Ahora mismo vuelvo.

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  7. Me encantan tus aventuras con el horno y los bizcochos, ¡nos han pasado a tod@s!
    Con los dilemas sobre abrir o no la puerta de horno se podrían escribir libros de filosofía... :)

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  8. A mi tampoco me gustan nada las guindas!!! O sea que comería el bizcocho sólo por la parte en donde no están!!
    Feliz lunes!!!

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  9. Pues a mí me encantan las guindas, pero nunca se me habría ocurrido echarlas a un bizcocho. El blog de Trotamundos es una delicia para la vista es verdad.

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  10. El arte de de la escritura consiste en lograr que un hecho anodino (la cocción de un bizcocho, pongamos por caso)y en apariencia sin ningún interés se convierta en una historia apasionante. ¡Felicidades por conseguirlo!
    Por cierto, me uno al club de "personas-a-las que-no-les-gustan-las-guindas". Aunque creo que tu bizcocho, que tiene poquitas y apiñadas, sí me gustaría.

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  11. No me van las guindas, pero viendo la pinta que tiene no diría que no a un mordisquito
    Besos
    Emma

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  12. Hola Cristina, se ve muy rico, a mí me encantan las guindas...Mi abuela las pasa por un poco de harina antes de meterlas en la masa y así bañadas en harina no se van al fondo.Ah se me olvidaba contarte que lei "The victorian chaise -loungue", me sorprendió bastante la verdad,me lo imaginaba menos dramático,pero me quedé pensando en si la protagonista estaría alucinando mientras agonizaba o si de verdad se contactó en otra época con la otra mujer que murió en el sillón..mmmm Saludos, Claudia

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  13. Pues una más a la que no le gustan las guindas, yo tambien se las paso al de al lado, prefiero otras cosas, como el chocolate, se nota que tengo hambre? Por cierto, no descarto la idea de poner una foto de mis animalitos lectores, sera super friki, juas.

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  14. También me uno a la propuesta de webcam en el telehorno! Yo no puedo disfrutar del telehorno, el mío es tan oscuro que tendría que abrirlo o poner una linterna dentro...

    Entiendo los problemas con la levadura: las aventuras que experimento cada vez que quiero hacer scones dan prueba de ello, que si poca levadura y en dos horas están como piedras o me paso (que hasta ahora no ha pasado).

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  15. Cómo fastidia que vengan algunas medidas de forma inexacta en las recetas! Normalmente ahora los libros suelen (o deberían) llevar al principio o al final una lista de equivalencias o guía de las medidas usadas, precisamente pensando en lectores internacionales. Yo ahora mismo no tengo levadura Royal en la despensa, pero he ido a mirar la cantidad que tienen los sobres de levadura del Lidl y son 15 gr (tenía curiosidad). También os puede ayudar a guiaros las indicaciones de la caja de cada marca.

    En cualquier caso, un bizcocho genial, menuda pintaza tiene la miga :) Ahora me ha dado antojo de desayunar bizcocho y no tengo...

    Tampoco me gustan a mi las guindas, pero si van picaditas dentro de un dulce sí me las tomo :)

    Un abrazo

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  16. Iris: ríete tú del ser o no ser y demás, la verdadera cuestión, no hay duda, es "abrir o o no abrir la puerta del horno" ;)

    Mar: viendo tu comentario y el de muchas de las demás veo que lo raro es que a alguien le gusten las guindas. ¡Y yo que pensaba que era al revés!

    María: pues si te gustan las guindas creo que este bizcocho es para ti. Está delicioso para mí que no me gustan, así que imagino que para ti seguro que sabe a gloria :)

    Elena: ah, muchísimas gracias por lo que dices :)

    Emma: te aseguro que después de ese mordisquito vendría alguno más ;)

    Claudia: efectivamente, el consejo de tu abuela era lo que yo conocía para que los tropezones no se hundieran, pero me fié de la receta y sus recomendaciones y ya ves. Me alegra lo de The Victorian Chaise-longue que, sí, es mucho más dramático de lo que parece. E intrigante con ese final.

    Ángeles: veo que las guindas son un producto de traspaso porque yo también las coloco a quien le gustan en cuanto puedo :D ¡Sí! Pon fotos de tus animalitos lectores.

    LittleEmily: pues nosotros en cambio con los scones no hemos tenido problemas (cruzo los dedos) con la levadura por el momento. ¿Haces la receta que yo uso u otra?

    Akane: esa era la lista de equivalencias que yo me volví loca buscando por todo el libro, porque la mayoría de los que tengo la traen, pero nada, aquí no aparece. En fin, al final, salvo por la emoción de telehorno, no puedo quejarme de la cantidad de levadura puesta, porque la consistencia del bizcocho quedó excelente.

    ¡A mí también me apetece bizcocho! ¡Y este se nos terminó ayer por tarde!

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