jueves, 17 de marzo de 2011

En los páramos

Desde que me enteré de lo que era la "hora mágica" en fotografía es un concepto que encuentro fascinante. Los atardeceres y amaneceres me gustan mucho, y el hecho de que ese rato en que se empieza a poner el sol, con esa luz tan irreal y después, una vez ya oculto, se quede esa luz como azulada en el ambiente se conozca como "hora mágica", nombre que le hace verdadera justicia, me encanta.

Al salir de las casa-museo de las Brontë el plan era ir a los páramos. Estábamos a punto de entrar en la hora mágica y aunque la pega era que no podríamos llegar muy lejos porque enseguida anochecería, desde luego parecía una hora ideal para adentrarnos en ese mundo también irreal que son los páramos.

Pero no todo era así de etéreo. El día era helador pero soleado así que yo, a pesar de haber recomendado en mi entrada sobre Haworth, ir a los páramos con calzado adecuado, llevaba zapatos (¡no de tacón!). Eso fue lo primero que encontré chocante de mi indumentaria. Poco a poco, cuando las vistas lo permitían, seguí haciendo autoexamen de ropa y me seguí partiendo de risa, sobre todo cada vez que nos topábamos con gente de la zona. Allí estaba yo, no sólo con zapatos, sino con abrigo (que ni siquiera me podía abrochar del todo), bolso (!!!) y la cámara colgada del cuello. Éramos turistas totales y no lo podíamos ocultar. Lo malo no era tanto la sensación de sentirte totalmente turista, sino el hecho de sentirte ridículo porque eres consciente de que vas tan mal vestido, como plantarse en chándal en una boda pero al revés.

Antes de llegar a los páramos hay que caminar unos minutos por una serie de caminitos entre casas, etc. En esos caminos fue donde empecé a debatir internamente sobre el arte y el bienestar. Para complementar las pintas descritas anteriormente fui sacando de la mochila la bufanda, el gorro y los guantes. Y estos últimos eran los que me suponían un problema: con ellos puestos apenas podía hacer fotos, quitármelos y ponérmelos constantemente era una pérdida de tiempo y además no servía de nada en cuanto a conservación del calor, ir sin ellos implicaba perder las manos. Fui alternando entre todo un poco, para desesperación de Manuel, que quería avanzar y entre mis problemas con los guantes, las fotos y que ya de por sí iba lenta (tenía que ir con mucho cuidado con los pedruscos que me salían al paso y los zapatos que no ayudaban). Quizá si hubiera podido ir al paso al que iba Manuel habría pasado menos frío. Él dice que hacía frío, pero no recuerda la experiencia de forma tan gélida como yo.

Por fin llegamos a los páramos y es entonces cuando de repente te das cuenta de por qué las fotos/imágenes/recuerdos no les hacen justicia. Primero porque en las fotos/imágenes/recuerdos no notas el viento que hace en ellos, no lo oyes e instantáneamente comprendes el sentido de la palabra "wuthering" (Cumbres borrascosas en inglés se llama Wuthering Heights) y segundo porque en las fotos no tienes esa sensación de estar en una inmensidad sin fin: los páramos de repente se extienden hasta donde alcanza la vista, pierdes la noción del tiempo y del espacio y cuesta imaginar que haya otras vistas. Los páramos te envuelven y lo son todo.










Manuel insistía en que dejara la lucha entre la cámara y los guantes (y para entonces el numerito era a tres bandas, porque se le había sumado la condensación del aire en mi nariz y, si no me sonaba constantemente, estaba segura de que me iban a salir estalactitas en la nariz) y simplemente mirara el paisaje. Acepté gustosa, pero le comenté que la razón de tanta foto era porque no había forma de captar el momento o, como mínimo, el viento. Manuel, chico listo, sugirió que hiciera un vídeo. Sigue sin captarlo, sobre todo porque el viento se oye pero no corta como allí en persona, pero da una idea:




La idea inicial de Manuel era llegar a las "cataratas" Brontë pero visto mi lamentable estado de congelación inminente y la tarde que iba cayendo a paso ligero, decidimos quedarnos en el punto desde donde se ve el embalse de Lower Laithe. A todo esto veíamos pasar a los fornidos habitantes de la zona como si tal cosa, incluso a un padre y su hija de no más de 9 años corriendo ambos con pantalones súpercortos y las piernas blanquitas al aire helador de los páramos.

A todo esto, entre foto, guantes y kleenex yo había tenido tiempo incluso de citar a Emily Brontë. Viendo por dónde se ponía el sol deduje que el viento helador venía del oeste. En las cartas de Charlotte Brontë, el viento malo, portador de enfermedades, siempre es el viento del este. En cambio, en la poesía de Emily Brontë, el viento del oeste parece una fuente de inspiración (y sí, yo también me preguntaba cómo sería entonces en viento del este, si ese viento del oeste que nos soplaba en la cara era el bueno). Ya he dicho muchas veces que citar de memoria no es lo mío, porque alcanzo a recordar poco y/o en palabras sueltas. Pero la poesía de Emily Brontë la tengo mínimamente controlada:


He comes with western winds, with evening's wandering airs,
With that clear dusk of heaven that brings the thickest stars;
Winds take a pensive tone and stars a tender fire
And visions rise and change which kill me with desire. . .

(Imposible para mí traducirla)

Y es que es un topicazo, pero los páramos son Emily Brontë en estado puro. Quizá hacemos la asociación porque la leyenda así lo ha decretado, pero de verdad, es notar ese viento, ver esas vistas, ver el brezo (ahora ennegrecido en lugar de púrpura como cuando está en flor en agosto-septiembre, pero todavía conservando algunas pequeñas flores si se miraba de cerca pese al vendaval; impresionante también) y pensar en ella y en todo lo que conocemos de su vida. Suena extraño y ella leída en biografía parece un poco rara, pero al estar en los páramos todo cobra sentido, como si su vida fuera coherente con ellos.

Volvimos al punto de partida, las Brontë ya habían cerrado y encendido las luces exteriores de su casa. El cementerio estaba en una hora fantasmal, cuya sensación aumentaba por los apabullantes graznidos de los cuervos. En visitas anteriores nunca habíamos sido conscientes de los cuervos y de hecho nos preguntábamos si sería una cosa nueva (dudoso) o invernal (por lo visto no, parece ser que los cuervos están ahí todo el año y, según una persona de la zona, "uno sabe que está en Haworth cuando empieza a oír los graznidos de los cuervos"). Es dudoso que en la época de las Brontë los hubiera ya que tienen copados de nidos los árboles que entonces no estaban plantados aún. Intenté hacer un vídeo también pero hicieron menos ruido de lo que venían haciendo, y el ambiente estaba muy frío como para entretenerse demasiado.

A esa hora, en ese momento y en ese lugar era imposible no volverse un poco gótico (en cuanto a literatura, no a moda de vestir). Allí, con los cuervos graznando, elaboré mi teoría de que Daphne du Maurier había concebido la historia de The Birds (Los pájaros) en una visita de las que hizo a Haworth cuando escribía, con creciente desesperación, su biografía de Branwell Brontë. Dicho allí en medio no sabía si las fechas cuadraban, pero según la wikipedia la biografía de Branwell es de 1960 y Los pájaros de 1963. Las fechas cuadran y, por lo que yo puedo decir, el entorno en que se pudo inspirar, también.

Tras unas pequeñas visitas a ciertas tumbas a las que, tras tantas visitas, uno hasta les coge cariño (!!) decidimos encaminar nuestros pasos a cualquier pub que nos sirviera algo muy, muy caliente.

Estábamos contentos porque estábamos seguros de que era la hora de la cena. Pero no, resulta que llegamos pronto incluso para la costumbre local del White Lion (empiezan a servir cenas a las 19; ¡¡íbamos a cenar prontísimo!!); en el Black Bull - mítico pub frecuentado por Branwell - nos informaron de que "esa noche" no servían cenas, por lo que bajamos la calle principal hasta llegar al Fleece Inn, donde servían cenas desde las cinco (eran las seis y pico), hacía un calorcito de lo más acogedor y donde había ambientillo de pub con unos viejecillos locales jugando al dominó y los habituales bebiendo sus cervecillas, también una familia, dos de ellos en manga corta (!), el padre bebiendo cerveza y los niños sendos vasos de leche, la cultura del pub es independiente del tipo de bebida. Cuando por fin nos sirvieron la cena (un delicioso filete de "gammon" para Manuel y un "giant Yorkshire pudding" relleno de verdura ardiendo para mí) nos supo a gloria, tanto por lo rica que estaba como por lo reconfortante que resultó.


17 comentarios:

  1. Qué fotos tan bonitas!! Y desde luego, he conseguido captar perfectamente la temperatura que vivisteis (sufristeis) en los páramos, aunque la última foto consigue que vuelvas a entrar en calor.
    Qué día tan completo! Y además explicado de esta forma que casi me parece que yo también he estado allí. Gracias por compartirlo con nosotros.

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  2. Las fotos que haces al principio con la "hora mágica" son preciosas pero los páramos son algo tristes ¿no? con el viento frío y la tristeza de los oscuros arbustos pero supongo que será porque estamos en marzo y me imagino que en verano tiene que ser una pasada de bonito. Sobre la visita al cementerio recuerdo la que hicimos en Praga para ver el cementerio judío y salí de allí con el corazón encogido pensando en la falta de respeto por pisar aquella zona de descanso de personas que no conocíamos de nada. Cambiando de tema, ¡Qué envidia tu viaje! Si voy algún día tendré que pedirte que te vengas y me hagas de guía.

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  3. Es una excursión preciosa, aunque algunas fotos dan un poco de cosilla, eh. Yo no estaría ahí después de que "la hora mágica" se convirtiera en noche, por muy mágica que fuera, jaja.

    saluditos

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  4. Qué casualidad!! Yo me alojé en The Fleece Inn el verano pasado, y sí, la comida es buenísima.
    Espero impaciente las siguientes crónicas :)

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  5. ¿Hacía viento o estaban bombardeando los páramos? ¡Qué barbaridad! No me extraña que todos tuviesen un humor de perros en Cumbres Borrascosas...
    Me ha encantado encontrarle nombre a mi momento preferido del día..."Hora mágica"...¡qué bien pensado! Si además le añado unos cuervos...¡ síndrome de Stendhal!

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  6. Esa foto de la casa de las Brontë y el cementerio al atardecer es ciertamente gótica. Una se puede imaginar muy bien los graznidos de los cuervos como fondo.

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  7. Ma-ra-vi-llo-so
    Cuando recupere el habla diré algo más.

    Bueno, no, digo algo más ahora:

    Envidia cochina que me das.

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  8. Que belleza de paisaje, me ha recordado, con alguna diferencia, claro, un tarde-noche en Irlanda, la verdad es que las experiencias asi se recuerdan siempre, a pesar de las inclemencias del tiempo.
    Hay lugares al que uno ha de volver una y otra vez, aunque sea con el pensamiento.

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  9. Cada vez que leo una entrada tuya, más ganas me dan de ir a visitar toda esa zona. Me encantaría ver Cumbres borrascosas
    La imagen del padre con la cerveza y los niños con la leche debería ser buenísimas. Que diferencia de cultura con la de aquí
    Besos
    Emma

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  10. Mis fotos favoritas: 1, 7, 8 y 9. Todas verticales menos la primera. Pero yo no soy muy de páramos...

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  11. Qué entrada más poética... me encantó! Te he acompañado por los páramos con el viento helado y la luminosidad de la hora mágica (yo la descubrí en Escocia y es ese momento del día en que los colores adquieren su mejor tonalidad...), he oído esos cuervos con la casa Brontë al fondo... y el final con la foto del acogedor ambiente del pub es maravilloso. Un placer acompañarte en este viaje tan especial.
    Besos.

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  12. Mar: me alegra que te haya gustado la entrada. Lo siento si de verdad pasaste frío leyéndola ;)

    Amelia: es curioso lo que dices de los páramos. A mí nunca me han parecido tristes, pero es cierto que en inglés se juntan mucho con el adjetivo "bleak" que más o menos define lo que tú comentabas, así que como ves no estás sola en verlos así. A mí me encantan y me aprecen impresionantes. En verano son una explosión de color, pero ahora, incluso con el brezo ennegrecido, me parecían una maravilla.

    A mí me gusta visitar cementerios antiguos. Más que pensar que estás molestando a los allí enterrados, prefiero pensar que les haces un favor vistándolos y leyendo sus inscripciones. Siempre es muy curioso, a veces tristísimo, leer lo que pone en las lápidas.

    Lillu: eso es lo que nos pasaba a nosotros: nos daba cosa que nos cayera la noche encima y a ver qué hacíamos :D

    Zarita: ¡es verdad, qué casualidad! Nosotros lo estuvimos mirando para alojarnos allí pero al final nos decidimos por el sitio al que fuimos.

    Samedimanche: veo que descubrir lo de la hora mágica te ha gustado tanto como a mí cuando me enteré. Es el nombre perfecto. Y sí, en los páramos se entienden muchas cosas Brontë que en los libros no se pueden explicar ;)

    Elena: ¿verdad? Te metías en esa atmósfera lo quisieras o no.

    Óscar: jajaja... ¡gracias! Y ya sabes que tiene fácil solución: un viajecito allí para resarcirse.

    Ángeles: toda la razón. Estos sitios/momentos se te quedan grabados.

    Emma: lo del pub fue curiosísimo, sí. A mí lo de los niños con sus vasitos de leche me hizo mucha gracia.

    Elvira: ya veo que los páramos son de esas cosas que "dividen a la humanidad". Hay a quienes les gustan muchísimo y a quienes no les van nada de nada.

    Guacimara: me alegra mucho que te haya gustado la entrada. Muchas gracias :D

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  13. Qué día tan Brontë!! Sin duda, cuando estas allí, y más como un día como el que tuvistéis, una piensa en "Cumbres Borrascosas" y que el título era evidente en un lugar como aquél. Y esos cambios de tiempo...¡¡incréibles, verdad!!
    Lo de cenar en mi caso no recuerdo el restarante, sé que estaba cerca esa calle que se llama Brontë. Y que había una chimenea de lo más acogedora. Buscaré fotos...para una futura entrada.
    En el Black Bull sólo nos tomamos algo. Aunque no tengo especial cariño a Branwell.
    Un abrazo, preciosa entrada, he viajado contigo a esa hora mágica...para hacer fotos y con el añadido de estar en Haworth.

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  14. Sí, como le decía a Samedimanche, es estar allí en los páramos y entender mcuhas cosas de los libros. Empezando por el título, como tú dices.

    Pobre Branwell. Era un "pieza de museo", pero yo creo que al final es inevitable cogerle cierto cariño, aunque sólo sea por lo tontito y lo inocentón que podía llegar a ser a veces.

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  15. Video incluido, qué buena estás siendo con nosotros, y menudo viento hacía. Las fotos son preciosas y el paseo, a pesar de los inconvenientes que mencionas, parece que valió la pena.

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  16. El paseo por los páramos siempre, siempre, siempre merece la pena. En realidad las inclemencias del tiempo son lo que lo hacen diferente cada vez.

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  17. Entrada brutal! Qué suerte! Siempre he querido ir a los páramos de Emily Brontë, y leyéndote todavía más.
    Me gusta tu blog y tu manera -muy fresca- de escribir. Enhorabuena!

    Nos vemos!

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