sábado, 4 de octubre de 2008

En Sitges

Ayer por la tarde tuvimos la visita anual a Sitges, por aquello del festival de cine. Manuel, en su incansable esfuerzo por educarme cinematográficamente, me llevó a ver 2001: A Space Odyssey (2001: Una odisea del espacio) por primera vez. En el pase estaban presentes la viuda de Kubric, algunos de los actores, el creador de los efectos especiales y el del maquillaje. Después de la película hubo un breve tiempo de preguntas y respuestas con ellos que estuvo bien. Eso sí, comprobamos que el intérprete penoso del año pasado seguía allí. Si no es por enchufe no lo entiendo. Por suerte a mitad del tiempo de preguntas y respuestas sacaron a otro que era muy bueno (menos mal) y la gente pudo dejar de poner caras y cuchichear cosas como "¿pero qué dice este tío?"

Y la película... pues no sé, no estuvo mal, quizá mejor de lo que esperaba. Para ser un clásico yo conocía más bien poquito de ella, así que realmente para mí fue como verla en el estreno en 1968, en pantalla grande y todo eso. Y de momento no tengo teoría elaborada sobre el famoso monolito.

Cuando salíamos del auditorio, vi a un señor disfrazado de vaca de Ben & Jerry's y le dije a Manuel algo así como: "mira, una vaca que vende helados". Manuel me corrigió: "no los vende, los regala". Y ahí dice que sólo quedó una nube de humo en mi lugar, yo había salido corriendo a por mi helado gratis. Y con sólo estirar la mano, sin tener que pegarme ni pisar a nadie, conseguí mi helado de Cookie Dough. Bien rico que estaba en el fresquito de la noche de Sitges de camino a la estación de tren.

Pero antes de todo eso, nada más llegar a mediodía, dimos el tradicional paseo por las callejuelas y el paseo marítimo, claro. En la playa, donde a pesar del fresquito había bañistas, había un montón de conchas. La pena es que íbamos con el tiempo justo y, en mucho menos tiempo que otras veces, conseguí las mismas conchas para mi colección que otros años en mucho más rato. Qué pena me dio dejar las muchas otras que se veían a simple vista. Ayer tuvimos la suerte de tener las calles prácticamente para nosotros solos, era la hora de la siesta. Siempre que vamos digo que quiero ir con más tiempo para ver más, pero luego pasa un año y volvemos con el tiempo justo otra vez. Quizá es el misterio de por qué Sitges me gusta tanto. Claro que no creo que Sitges necesite excusa para gustar, es bonito y punto. Aporto pruebas:







Como el tiempo estaba un poco revuelto, el mar también. Y hay pocas cosas que me enganchen más que las olas rompiéndose y salpicando. Como le dije a Manuel cuando conseguí despegarme de mi trocito al borde del mar, me podría haber pasado ahí toda la tarde, mirando las olas, notando la brisita fría y las gotas finitas que salpicaban. Unas fotos y un vídeo:





1 comentario:

  1. Festival de Sitges, ciudad de cine; terror, fantasía...
    Desde la "ventana" visual que nos ofreces, es una maravilla...un cielo azul...y un mar en el que quedarse embelesada. Saludos

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