Ayer me prohibí leer At Large and at Small: Confessions of a Literary Hedonist, de Anne Fadiman por una sencilla razón: no podía terminarlo porque no quería empezar ningún otro libro antes de Sant Jordi (para poder elegir entre los nuevos). ¿Cuál es la diferencia entre dejarlo ayer en espera o haberlo terminado y no leer nada hoy? Pues que es más fácil no empezar otro libro cuando se tiene uno a medias (al menos a mí, que soy de leer un libro y no empezar otro hasta que lo haya acabado o abandonado) que no acabar un libro y evitar pulular hacia la estantería a mirar los libros y terminar empezando el más gordo.
Esta mañana me he dado permiso para retomar la lectura y ahora mismo acabo de pasar la última página y siento muchísimo que se haya terminado.
Anne Fadiman llama a lo que ella hace en este libro y lo que ya hacía en Ex-Libris (en español también está) ensayo familiar, es decir, partir de una base personal que luego se intercala con datos más generales, pequeñas curiosidades y anécdotas sobre el tema en cuestión que hacen la lectura increíblemente amena. Espero que tarde o temprano traduzcan este también.
Ex-Libris trataba sólo de temas relacionados con la literatura y los libros, mientras que en At Large and at Small se tratan todo tipo de temas, algunos literarios también (como las sorprendentes vidas de Charles Lamb o Samuel Taylor Coleridge (en español)). Anne Fadiman retoma un tema de Ex-Libris: los exploradores árticos, que me parecen fascinantes cuando lo leo contado por ella y que me ayudó a apreciar mucho más la exposición que vimos hace unos meses: Atrapados en el hielo. Incluso a mí, que por ponerlo finalmente las mariposas y polillas me dan bastante repelús, el primer tema, que va precisamente sobre eso, me terminó interesando más de lo que hubiera pensado.
El tema que más fría me dejó fue el de la bandera de Estados Unidos. No sólo porque yo no comparto obviamente los sentimientos patrióticos hacia las barras y las estrellas sino porque en general me pareció el más flojo. Podía haberme pasado lo mismo que con el de las mariposas pero no.
Y luego está el tema del café, que me ha interesado mucho, pero que mientras lo leía hace unos minutos no hacía más que pensar que ojalá Anne Fadiman fuera una fanática del té y no del café. Hubiera disfrutado mucho más del tema, y no es que haya disfrutado poco precisamente. Eso sí, tomo nota para una futura entrada, porque hay cosas que me han llamado la atención.
¿Y de qué más se habla? De helado (y lo difícil que fue no salir corriendo al supermercado a comprar una buena tarrina de helado de vainilla), del correo (oh, qué diferencia entre nuestro servicio de correo y el servicio victoriano), de los hábitos de sueño, de las guerras culturales... De todo y de la forma más amena.
Los ensayos no son nuevos, ya habían aparecido en su mayoría en The American Scholar (revista que editó Anne Fadiman durante años), pero para el gran público son desde luego como nuevos. Incluso los que se publicaron hace años suenan bien recientes.
Al final del libro te encuentras con una masa de pequeños e interesantes conocimientos que deseas que no se te olviden, pero que sabes que, en su mayoría, olvidarás de todos modos. Lo bueno del caso es que siempre se puede leer el libro de nuevo.
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