viernes, 3 de septiembre de 2010

Visitando al señor Frick

Escribiendo la crónica, con un mapa cerca, me cuesta creer que anduviéramos todo lo que veo que anduvimos, pero, si la memoria fallase, las fotos lo confirman. De modo que esta es la cuarta entrada de un solo día neoyorquino que empezó en el Chelsea Market.

Después de la mañana tan aprovechada no teníamos demasiados planes, así que lo mejor era echarnos a la calle y andar (más aun).

Subiendo por la Sexta Avenida nos topamos con una feria del estilo de la que ya nos habíamos encontrado la vez anterior. El ambientillo era muy agradable y los olores - incluso con el estómago lleno - muy ricos. Había de todo: maíz, sandía en vasos, zumo de limón, camisetas, bolsos, videntes, comida italiana, etc. Era casi un centro comercial en versión callejera.


Y en estas fotos, además, una de mis (muchas) cosas preferidas de Nueva York: las calles, las avenidas sin fin, que siguen y siguen, muchas de ellas en línea recta y de punta a punta.

Al final nos sentamos un rato a la entrada de Central Park, viendo enorme Hotel Plaza y los coches de caballos e, inevitablemente, recordando las escenas iniciales de una de mis películas preferidas: Barefoot in the Park (Descalzos por el parque), cuyo cartel de hecho tenemos colgado en una de las paredes de casa.

Sin saber muy bien qué hacer con nuestros pies (cortárnoslos hubiera sido lo menos doloroso) y queriendo ir a mil sitios, decidimos que podíamos acercarnos y cumplir con la recomendación de Molinos (y de Enric González): visitar la Frick Collection. No sólo tuvimos que subir como 15 calles (aunque, como yo decía siempre que nos tocaba hacer algo así, "por aquí las manzanas son ya más pequeñas") sino que tuvimos que ir a buen paso porque eran ya cerca de las cinco. ¿El consuelo? Ir por el lateral de Central Park, claro.

Llegamos a la Frick Collection un pelín descompuestos y el señor de la puerta nos anunció que teníamos sólo 40 minutos. Pero llegábamos sin respiración y no pareció importarnos mucho, como tampoco los 18 dólares (!) que costaba la entrada y que creo que no procesamos del todo hasta pasado un rato (lo que sí procesamos bien rápido era que al día siguiente, domingo, era gratis; pero a estas alturas ya no era plan de aplazarlo). A pesar de la visita con tiempo limitado, las prisas y la exaltación se quedaron fuera, porque la Frick Collection es un remanso de paz. Entras en habitaciones ancladas en el tiempo, contemplas cuadros del tipo (Goya, Velázquez, Gainsborough, Vermeer, Turner, Fragonard) que no estás acostumbrado a ver más que en las paredes de un museo-museo y no en habitaciones con mesas, sofás, chimeneas. A mí más que mirar los cuadros, que también, me gustaba mirar la decoración y las vistas al parque desde los ventanales e imaginar cómo debía de ser vivir allí.

Como dice Enric González en su libro, el dinero con el que Henry Clay Frick, un magnate del acero, financió su casa y su colección, estaba bastante manchado de sangre. El hombre no tenía demasiados escrúpulos ni demasiado interés por el bienestar de sus trabajadores y, sin embargo, quién lo diría al pasearse por allí. Puede que fuera su conciencia, la pasión norteamericana por la filantropía o el simple hecho de no saber qué hacer con todo ello, pero el señor Frick dejó órdenes en su testamento de que su colección privada se preparase y se abriese al público. Un arquitecto se encargó de ampliar la casa y, entre otras estancias, añadir el precioso patio cubierto en el que pudimos estar muchísimo menos de lo que nos habría gustado y que cuesta imaginar que el señor Frick nunca conociera (se perdió lo mejor de su casa). Asimismo, la fundación sigue adquiriendo materiales que nunca pasaron por manos de su dueño.

La visita, como decía Molinos, merece la pena, y eso que yo, si tengo que elegir, cuando voy de viaje, prefiero callejear sin fin y sin rumbo antes que meterme en un museo. No por falta de interés en el museo, sino por aun mayor interés en la vida del sitio en cuestión. Pero la Frick Collection da una buena idea de algo en lo que nos fijábamos mucho en este viaje y de algo que laméntabamos no poder ver más a fondo: los interiores de los edificios. Callejeando nos encontrábamos con muchísimos portales con preciosas entradas, ventanas sin persianas de clubs de estudiantes decimonónicos, hoteles históricos, etc. Costaba no cambiar el rumbo y entrar a husmear.

Y al final, y a contrarreloj, la parada obligatoria en la tienda, con sensación de quien hace un examen y no hacen más que decirle el tiempo que falta para tener que entregarlo, que siempre distrae y desconcentra más que ayuda. ¡Como si en Nueva York fuera fácil elegir algo! "Quedan dos minutos para cerrar la tienda" Y tú ahí, desbordada por los cuadernos, los macapáginas, las cosas de papelería, las postales, las reproducciones... "Queda un minuto para cerrar la tienda". ¡Argh!

13 comentarios:

  1. Este paseo me ha gustado especialmente, aunque no me habría guustado tanto tener los pies destrozados, claro.

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  2. Ohhhhhh...¿ al final fuisteis?? Merece muchísimo la pena....Me alegro que os gustara. ¿Visteis el retrato de Felipe IV vestido de color plata de Velazquez? Es espectacular.

    Si quieres saber sobre Frick, hay un libro que se titula "Buscadores de belleza" que cuenta la historia de todos esos grandes magnates americanos de principios del siglo XX y cómo hicieron sus fortunas y sus colecciones. Está curioso.

    Y sí, los cuadros son alucinantes pero lo que más mola es pasear por la casa..e imaginar la vida que se hacía allí.

    ¡Que ilusión que fueráis!

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  3. Ah..y Descalzos por el parque es una peli "varita mágica"...mmm..tengo que hablar de esto algún día...
    Shanaaa shanaaaa....

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  4. Elvira: sí, lo de los pies es prescindible ;)

    Molinos: sí que vimos ese cuadro que, si no recuerdo mal, además está muy bien situado de modo que lo ves venir desde lejos y lo vas apreciando en todo su esplendor.

    Otra vez te doy las gracias por la recomendación. Antes de que me lo comentaras no me importaba verla, sin más, pero cuando me dijiste que merecía la pena subió muchos puestos y ya ves que no cayó en saco roto :)

    Miraré lo del libro aunque - sé que no tiene nada que ver - me he ido leyendo sus biografías en la wikipedia ;)

    ¡¡Habla de Descalzos por el parque!!

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  5. Definitivamente, le Frick c'est Chic, Descalzos por el parque es una película de cabecera y no, de ninguna manera y en ningún lado menguan las manzanas neoyorkinas.
    Os he dicho ya cuanto os envidio ahora mismo?

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  6. Ostras vaya hartón de andar, conocidisima esa sensación de que si te cortaran estarias mejor.
    Enrique estuvo en Nueva York hace años y siempre dice que las distancias son brutales... os admiro, por cierto Cristina, hacía mucha calor? siempre me echa a atras lo de pasar calor y mira que me gustaria ir a Nueva York, un saludo.

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  7. 'Descalzos por el parque' es una película de las que te hacen sonreir con sólo pensar en ellas. De hecho, creo que mientras escribo esto, tengo sonrisa de tonta.

    Estoy deseando que Moli hable de ella en su blog.

    Por cierto, me ha encantado el High Line. Tomo nota para futuros viajes a Nueva York que ahora veo un poco lejanos pero que nunca se sabe. Nueva York, junto con París y Londres, es uno de esos sitios a los que no me cansaría de ir. Hasta ahora he ido varias veces a París y a Londres pero Nueva York, son palabras mayores.

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  8. Ohh, la Frick Collection! Qué museo tan encantador! Yo estoy loca por sus Vermeer, deseando volver para verlos de nuevo.

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  9. Con tu explicación de hoy he recordado lo que leí estod días, como Helene Hanff explica lo de la pareja inglesa encerrados en su hotel por miedo a caminar por New York, y cómo se estrañan de que ella vaya por Central Park sin miedo jeje!
    Aunque estos días no suelo comentar, sigo acompañándote en tu viaje dia a dia.

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  10. Después del momento Hotel Plaza, lo propio habría sido ir en ferry hasta State Island para cenar en un restaurante albanés. A mi también me gusta mucho Barefoot in the Park. Saludos.

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  11. ¡Olé, que no decaiga!

    Si eres de las que piensan que más vale tarde que nunca, te puede interesar este enlace.

    http://www.newyorkcitywalk.com/index.html

    (empecé a buscarlo antes de que te fueras, pero no lo encontré hasta ayer tarde)

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  12. Yo también prefiero callejear antes que ver museos pero si, por cualquier motivo, entro en alguno, salgo encantada de la mayoría.
    Un abrazo.

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  13. Samedimanche: creo que deberías venderles lo de "Le Frick c'est chic" a los de la Frick Collection. ¡Es perfecto!

    Ángeles: a ver cuándo vuelves con Enrique a Nueva York y conoces las distancias por ti misma, ya verás qué juerga de manzanas (pero, oh, el dolor de pies es un precio razonable a pagar por estar allí, de verdad). Tuvimos variedad de temperaturas: el primer día hacía calorcillo, el segundo hacía muy buena temperatura, el tercero llovía y hacía un bochornazo importante y el tercero estaba nublado y hacía un poco más de fresco sin llegar a frío ni mucho menos. De todos modos, en las dos veces que hemos ido y teniendo en cuenta lo que comenta la gente acerca del horrible verano neoyorquino debo decir que no he experimentado nada que no sea mil veces peor en Barcelona... Pero no sé.

    Crafty-Marta: sí, esas ciudades que se pueden visitar una y mil veces y no cansarse ni aburrirse de ellas son las mejores :)

    Elena: los Vermeer impresionan bastante, allí colocados. Casi pasan por cuadros "normales"... y no lo son, claro.

    Guacimara: sí, esa anécdota es graciosísima :D De todos modos ciertas zonas de NY (incluido Central Park) no tienen nada que ver con lo que fueron. Quizá la pareja esa fuera una exagerada, pero NY era muchísimo más inseguro que ahora.

    Víctor Velasco: buena sugerencia (y nombre).

    Claudio: gracias por el enlace. Lo acabo de mirar un poco por enima y luego sé que volveré a él, tiene muy buena pinta. Por cierto que ya he visto la primera parte de In Their Own Words. Cuando los hayamos visto completo creo que le dedicaré una entrada.

    Mar: sí, es lo mismo que me ocurre a mí. No es que piense que los sitios cerrados no me van a gustar, pero, no sé, prefiero la calle. Además andar y andar me cansa mucho menos que andar poquito a paso de museo, que me deja destrozada.

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