jueves, 11 de noviembre de 2010

Good Evening, Mrs Craven, de Mollie Panter-Downes

Por aquello de las lecturas temáticas de guerra, nada más acabar con Henrietta Sees It Through, me puse con Good Evening, Mrs Craven, de Mollie Panter-Downes. Siendo un libro de Persephone, ya antes de empezarlo daba por hecho que me gustaría. Así que me chocó cuando al principio las historias no me terminaban de convencer, pero luego le encontré explicación. El principal motivo era lo de haberlo colocado justo después de Henrietta, pese a tratar el mismo tema - la Segunda Guerra Mundial en el frente doméstico - no podían ser más diferentes. Henrietta, como ya dije, tiene vocación de levantar la moral, hacer reír a base de experiencias compartidas por la mayoría de los lectores, hacer lo cotidiano un poco más llevadero resaltando lo bueno que tenía o, si había pocas cosas buenas, tomándose las malas con humor. Cada carta a Robert/columna de periódico tiene un tema que queda más o menos resuelto.

Good Evening, Mrs Craven es muy diferente. Son historias cortas escritas para el New Yorker. Mollie Panter-Downes también escribía para esa revista la famosa Letter from London (carta desde Londres) donde se centraba más en los hechos y en lo que sucedía realmente (dos de ellas se incluyen en esta edición, una al comienzo de la guerra y otra al final; las dos me han dejado con ganas de más); en la ficción se centraba más en cosas pequeñas, normalmente relacionadas con el hogar. Y, como decía antes, las primeras no me dejaron del todo satisfecha: después de Henrietta las encontré tristonas, egoístas y, esto es por lo que siempre temo los relatos cortos, de final un poco abierto (tampoco de esos por los que da rabia haber perdido el tiempo leyendo la historia). Las primeras me dijeron más bien poco y me dejaron meditando si sería posible que un libro de Persephone no me fuera a gustar, y más tratándose de un libro del que siempre había leído tan buenas críticas.

Pero a medida que las historias iban progresando creo que sucedieron dos cosas: que yo aparté de mi mente el estilo Henrietta y que, con el paso de los años (las historias se expanden a lo largo de toda la guerra), Mollie Panter-Downes iba mejorando y afinando su estilo. De las primeras que tan poco me habían convencido llegué a las centrales y a las últimas sin saber con cuál quedarme, todas me gustaban mucho.

Mollie P-D (más cómodo y rápido escribirlo así) como decía más arriba, se centra en el frente doméstico, en los cambios que vive y en cómo sus habitantes se adaptan a él. En la introducción se dice - yo no lo sabía - que entre 1939 y 1941 murieron más civiles británicos que soldados, por lo que no está de más resaltar que la vida cotidiana de esa gente resignada a las pequeñas hazañas de cada día durante un tiempo (como mínimo, yo pienso que lo fue siempre, independientemente de los datos) fue más heroica en el sentido en que parece que sólo entendemos la palabra que la de los soldados.

Así que en el libro vemos mujeres que se agobian ante la inminente partida hacia el frente de sus maridos, mujeres que se preguntan qué fue de su vida anterior y cómo es posible que las cosas hayan cambiado tanto en tan poco tiempo, mujeres que abren sus caserones al ejército y se integran en el nuevo estilo de vida, para horror de sus criados. Mujeres desesperadas ante ese tema tan característico de la guerra que es la falta de criados (y que ya cambió el estilo de vida general de por vida). Mujeres que mandan a sus hijos a Estados Unidos pensando que allí estarán más a salvo y de pronto no saben si hicieron bien. Mujeres que se desesperan ante el hecho de tener que alojar a familias de evacuados en casa. Etc. Etc. Etc.

¡Pero también hay algunos hombres! Hay hombres mayores de cuyos servicios las autoridades deciden prescindir, hay hombres mayores que, siendo criaturas sociales, no se resisten a abandonar sus veladas de sociedad pero a los que, de vez en cuando, les viene bien eso de pertenecer a una patrulla de vigilancia para poder escapar de ellas y airearse un poco. Hay hombres que, debido a su trabajo en el Ministerio, se resignan a pasar la guerra, no con fusil en mano en las trincheras, sino en el fregadero, lavando los platos usados durante la cena en casa y realizando tareas domésticas similares. Me pareció muy curiosa esa historia precisamente, en la que un hombre medita sobre cómo, cuando se veía venir la guerra, él se imaginaba realizando algún acto heroico y cómo, mientras reflexiona sobre ello y sobre lo grande que es su casa, lo innecesariamente grande en proporción a toda la limpieza que necesita y que sin criados, tienen que llevar a cabo él y su mujer (historia y reflexión modernísimas, por otra parte, anticipo de los tiempos que vendrían) , está estropajo en mano, realizando algo que, antes de la guerra, hubiera sido impensable para él.

Y no puedo dejar de resaltar un par de cosas más acerca de ese día a día heroico pero infravalorado que es el hilo conductor de todas las historias. En la introducción, se cita una valoración que Mollie P-D. hizo de estas historias de guerra:

If the pieces had value, it's because I took note of the trivial, ordinary things that happened to ordinary people.

Si los relatos tenían valor fue porque tomé nota de las cosas normales y anodinas que sucedían a la gente normal.

Y en su carta desde Londres escrita acerca del Día D:

Londoners seemed to imagine that there would be some immediate, miraculous change, that the heavens would open, that something like the last trumpet would sound. What they definitely hadn't expected was that the greatest days of our times would be just the same old London day, with men and women going to the office, queuing up for fish, getting haircuts, and scrambling for lunch.

Daba la impresión de que los londinenses se habían imaginado algún cambio repentino y milagroso como que los cielos se abrieran o que sonara la última trompeta. Está claro que lo que no esperaban era que el día más importante de nuestro tiempo sería un día normal y corriente en Londres en el que hombres y mujeres acuden a la oficina, hacen cola para comprar pescado, van a cortarse el pelo o se apresuran para ir a comer. (Las dos traducciones hechas rápido son mías)

En esa última carta desde Londres también se habla de las recaudaciones de la Cruz Roja que tanta falta iban a hacer para curar a los heridos de las batallas relacionadas con el Día D. Así que el símbolo rojo al que Mollie P-D se refiere es a la cruz roja, pero yo lo adapto al día de hoy, ya que es 11 de noviembre y por tanto, Poppy Day, día del armisticio (de la Primera Guerra Mundial), en que muchos países (en general de la Commonwealth) los políticos y también la gente corriente se ponen una amapola en la solapa (para conseguirla también donan dinero, como entonces para la Cruz Roja) y recuerdan aquellos campos de Flandes de los que hablaba John McCrae. Pero volviendo a Mollie P-D y su cruz roja que yo transformo en amapola, así es como concluía:

The red symbol which Londoners were pinning to their lapels on Tuesday now shines on the side of trains going past crossings where the waiting women, shopping baskets on their arms, don't know whether to wave or cheer or cry. Sometimes they do all three.

El símbolo rojo que los londinenses se ponían en la solapa el martes pasado ahora brilla desde el lateral de los trenes que atraviesan los pasos a nivel en los que las mujeres que esperan con sus cestas de la compra colgadas del brazo no saben si saludar, vitorear o llorar. A veces hacen las tres cosas a la vez.

Y ese final tan sutil me parece una de las mejores cosas que he leído acerca de la guerra, porque no sólo no se olvida de los que habían luchado en el frente sino que tampoco se olvida del tema que trató desde el principio al final de la guerra, el de los héroes y heroínas de guerra que, con la cesta de la compra a cuestas y una voluntad de hierro, fueron capaces de seguir con su día a día de la mejor forma que sabían que, como se dice en el libro, no siempre tenía por qué coincidir necesariamente con la mejor forma de actuar (aunque muchas veces sí).

Quienes murieron luchando tienen monumentos, cruces y amapolas en la solapa. Quienes se quedaron en casa tienen el libro de Mollie Panter-Downes. No está mal del todo.

5 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho esta entrada. Siempre he pensado, como tú, que en situaciones así lo más difícil es el día a día, vérselas con los innumerables problemas cotidianos y aún así luchar por seguir con tu vida normal. Recuerdo cómo me impactó una noevla que leí hace tiempo que ocurría en el Berlín del final de la guerra. La protagonista era una niña y lo que explicaba eran las cosas menudas: cómo un día faltaba el agua, al día siguiente no quedaba carbón para cocer unas simples patatas, el desastre que era que se te rompiesen los zapatos... Cosas así te hacen comprender a veces mucho mejor el horror de la guerra que el relato de una batalla.

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  2. Como siempre, me encanta como hablas de los libros, en especial de los de las dos guerras mundiales.
    Me encanta que nos recuerdes Poppy Day!! Tomo nota de este libro que también se hace cargo de aquellos hombres que quizá, ya mayores, no sabían qué hacer con su vida después de la guerra.
    Espero tener suficiente nivel de inglés algún día para leer este libro.
    Un abrazo!!

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  3. Elena: no me extraña que aquella novela te impresionara, a mí es que me parece fascinante lod e esa gente que trataba de llevar una vida normal mientras caían bombas, había pocos alimentos y mil dificultades más. Tendemos a recordar las batallas, las trincheras y el barro, cosa que por supuesto es memorable, pero a la larga creo que se puede aprender mucho más de la gente que se quedó en casa.

    María: ojalá puedas leerlo, María. Estoy segura de que te encantaría :) Muchas gracias por el comentario.

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  4. A mí tampoco me volvió loco este libro.
    Pero estoy ahora en éxtasis con The Slaves of Solitude, de Patrick Hamilton. ¿Lo conoces? Creo que te gustaría, y encaja en el ciclo de lecturas de guerra.
    Un saludo,
    pablo

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  5. Pues no lo conocía pero lo acabo de mirar en Amazon y ha sido leer el resumen y mandarlo a la wishlist. ¡Gracias por la recomendación! Tiene una pinta excelente.

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