El otro día empecé los cursillos de preparación al parto, un poco mal organizados porque yo los empiezo a estas alturas a las que voy a poder ir como a cuatro o cinco clases (se supone que son ocho) y sin embargo hay ya chicas haciéndolos cuyos niños no nacerán hasta octubre o por ahí. El caso es que el primer día me tocó salir de casa en pleno diluvio, con unas deportivas que antes me resultaban comodísimas y ahora era como si hubieran encogido tres tallas y, en general, pocas ganas. Como suele pasar en esos casos, la cosa estuvo mejor de lo que imaginaba, sobre todo animada por el hecho de que nos dieron dos cajitas de muestras y demás, que siempre hacen ilusión*.
El caso es que se mencionó de pasada lo del síndrome de nido y la comadrona dijo que, en realidad, lo probado es que dé unos días antes del parto, no semanas ni meses antes. Estuvo bien porque, pese a que algunas achacábais mi plancha y organización y demás al síndrome de nido, debo admitir que me movió únicamente la responsabilidad y nada más. Manuel, con razón y ante lo que conoce, duda de que el síndrome este llegue a afectarme. Si me afecta - cosa difícil de imaginar - será sentada en el sofá, pensando que tendría que limpiar esto u ordenar aquello, pero poco más. Yo es que soy muy vaga y si limpio es, pues eso, por responsabilidad, higiene, costumbre o el hecho de que ya no hay más remedio o lo que sea, pero el síndrome lo veo muy remoto y de hecho creo que Manuel es mejor ejemplo que yo en ese sentido.
El otro día cuando me lancé al diluvio para ir a las clases, dejé la casa como siempre y cuando volví, dos horas y pico después, me encontré con que Manuel había desmantelado todos los muebles que había que desmantelar, se había informado sobre el servicio de recogida y, así, había empezado el efecto dominó por el que vaciamos una habitación para llenarla con algún mueble de otra y así liberar esa para Mr X. Por cierto que parte del desmantelamiento era desmontar una mesa que, hasta ahora, estaba, en parte, llena de libros de adquisición reciente y no tan reciente: si yo sufriera de síndrome del nido, estaría colocando esos libros, ahora un poco desperdigados, en la estantería sin pensármelo dos veces, pero el caso es que los libros están desperdigados y yo estoy aquí, tan feliz.
El caso es que, aparte de eso, Manuel se había acercado a la tienda a recoger el cochecito, que ya era de las últimas cosas que nos faltan (si no contamos alguna cosa más y los muebles de la habitación de Mr X, claro). Otras veces no digo marcas ni nada, pero esta vez sí: es el City Mini 4 de BabyJogger, marca que conozco muy bien y que, mejor aún, me gusta mucho. El modelo y el color son los de la foto, con el capazo a juego. Estos días, inundada de revistas y catálogos como estoy (¿acaso alguien pensaba que las muestras del otro día venían libres de folletos y revistas y catálogos? Pero por mí perfecto, yo hojeo cualquier catálogo que me den, tanto si es de la ferretería como si es del supermercado como si es de la Fnac), confirmo, una y otra vez, que pese a la grandísima oferta de cochecitos que hay, este es el que más me gusta por muchísimas razones, una de de ellas es que se cierra con una sola mano.
El caso es que estuve tentadísima de montarlo, sólo el hecho de luego tenerlo que volver a desmontar del todo para volverlo a guardar tal y como venía o dejarlo montado acumulando polvo me hizo desistir, pero me entretuve un buen rato mirando el capazo (¡con mosquitera de serie! Se van a enterar los mosquitos tigre...).
Y con el coche llegaron algunas cositas más: un juguete monísimo, un monitor (sólo de sonido) y una tela-foulard de esos para llevar al bebé que me parecen buena idea para ciertas salidas. Ayer hice un intento de uso y primero fue muy frustrante pero después fue un poco mejor: supongo que ahora la barriga también estorba. Lo más difícil, claro, vendrá cuando haya que meter al niño, cosa que ahora me parece misión imposible.
Con todo, ciertas habitaciones de la casa son un caos en estos momentos. Está bien no tener el síndrome de nido y en lugar de limpiar y tratar de poner orden donde es imposible - e inútil, puesto que todo es temporal - yo me dedico a pulular entre el caos mirando las adquisiciones de Mr X (siempre tentada de sacarlas del embalaje protector) y, ahora también, los libros que apenas recordaba haber comprado.
* Es que yo soy de esa gente que se vuelve loca por las promociones/cosas gratis. El otro día en el supermercado tenían una promoción por la que si te llevabas dos paquetes de helado de una misma marca te regalaban una mochila (nada del otro mundo, claro). Me pasé media compra intentando convencer a Manuel de lo ricos que estaban los helados de esa marca, bla bla bla, hasta que me recordó que tenemos una zona del armario llena de bolsas y demás promocionales que nunca usamos... Tenía razón, así que desistí, pero eso no quita que a la próxima promoción no vuelva a la carga.
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Hace 5 días
Pues yo fui una pirada del nido y eso q en general soy un absoluto desastre, pero no me quiero acordar de la llevada de una alfombra a la tintoéría por pura cabezonería embarazada de 7 meses.....jeje
ResponderEliminarRealmente la naturaleza es sabia por no dejar a las cincuentonas tener hijos, porque solo de imaginarme todo ese lío, me dan escalofríos. Todo tiene su momento, desde luego. :-))
ResponderEliminarYo también soy vaga pero responsable con lo de la limpieza...y solo limpio porque si no lo hiciese todo estaría sucio.
ResponderEliminar¡Ah! Y prueba el pañuelo porta-bebés con un melón ( ahora que ya es época)...suena raro, pero a una amiga le fue muy bien. ^_^
Creo que yo acabaría con un nido como una casa, entre eso y los nervios ni te cuento...
ResponderEliminarNunca hubiera dicho que eras vaga, Cristina :O en mi caso, suelo limpiar por responsabilidad excepto con los libros que los encontrarás en cualquier rincón de la casa.
Dina: qué bueno lo de la tintorería. Pero no, definitivamente no creo que a mí me dé por ahí ;)
ResponderEliminarElvira: jajaja... bueno, seguro que lo llevarías mejor de lo que piensas ;)
Samedimanche: gracias por la recomendación del melón. Me he reído porque después de aquella vez que me preguntaron "¿qué traes?" (para saber si era niño o niña) y casi respondo "un melón" lo de sustituirlo brevemente por un melón me ha parecido muy gracioso. Pero lo probaré justo ahora que tenemos un melón de casi tres kilos en el frigorífico :)
LittleEmily: pues si no hubieras dicho que soy vaga es que estoy dando una imagen totalmente errónea en el blog. Soy vaga: mucho.