Lo que peor llevamos de no hacer repostería es lo de los desayunos sosos. Desayunar lo mismo que entre semana un día festivo es un rollo. Así que ayer, después de tres días de desayunos un poco insulsos y con ayuda la noche anterior de la asesora culinaria, decidí hacer tostadas francesas (?) para desayunar. Lo mejor de todo fue que pringaron mucho menos de lo que imaginaba y no tardaron mucho en hacerse así que en poco rato teníamos un rico desayuno fuera de lo habitual. Para mí una excusa para sacar el sirope de arce y para Manuel una excusa para gastar lo que aún queda de chocolate líquido y nata montada. Y los dos tan contentos.
Quedaron muy ricas y nos pusieron en marcha para el último día de Sitges de este año.
Ayer comentaba que estos días el tema de la locura me perseguía. Wish Her Safe at Home lo inició todo y cuando lo acabé el viernes por la tarde y me acerqué a la estantería a ver qué lectura llevar de acompañamiento a Sitges todos mis libros parecían tener una vena loca muy marcada. Supongo que era la percepción del momento, pero me costó decantarme por el de Muriel Spark que tengo entre manos a punto de terminar y que aún no estoy segura de si es de locos o de cuerdos.
Con el libro elegido, iniciamos la Noche de viernes. Ya hablaré más del ciclo de estos viernes, pero es - un poco monotemática la cosa - de adaptaciones de Muriel Spark. El viernes por la noche tocaba The Driver's Seat (Identikit), de la que ya hablaré más cuando repase el ciclo pero digamos que la protagonista es una mujer loca interpretada por Elizabeth Taylor. Monotema.
El sábado a las nueve y pico hacíamos cola en Sitges para ver The Shining (El resplandor) que es la película que homenajea el festival este año por su 30 aniversario. Vinieron a presentarla el director del festival, Ángel Salas, y el productor, Jan Harlan. El productor preguntó si había alguien en la sala que no hubiera visto la película: se alzaron algunas manos... la mía tímidamente. Efectivamente, no había visto nunca El resplandor. La versión que nos pusieron por lo visto es la americana, que tiene más minutos que la que hasta ahora se había visto en Europa, así que supongo que eso y verla en pantalla grande era un aliciente para los que sí la habían visto.
Sin entrar en teorías ni en interpretaciones a simple vista puede decirse que El resplandor va de un loco, así que más para la colección de locos del puente. El caso es que me gustó más de lo que me imaginaba aunque, lo quisiera o no, y sin haberla visto, había cosas que por aquello de la cultura popular que decía el otro día, ya sabía. De todas las que hemos visto estos días es probablemente la que más me gustó.
El domingo la película era a las dos: la nueva de John Carpenter: The Ward. Igual que no había visto El resplandor tampoco he visto ninguna otra película de John Carpenter, sacrílego como puede sonar eso. Soy una advenediza en asuntos del Festival de cine de Sitges pero el estado mental de tabula rasa a veces tiene la ventaja de ir con una mente más abierta, menos ideas preconcebidas. The Ward significa "el pabellón" y el pabellón es una zona de - cómo no - un psiquiátrico. Ni hecho a propósito me habría salido tan bien este estudio mío de la locura y su tratamiento en la ficción de estos días. Esta es la película que más me gustó después de El resplandor, de hecho ahora me doy cuenta de que el orden es idéntico al orden en que las vimos. Estaba bien. Atmosférica, con sustos y con un final bien resuelto.
El domingo por la noche tocaba planchar y ver la comedia clásica de siempre. Por una equivocación, Manuel se saltó algunas de la cronología (habrá que retroceder) y saltó a 1945, a She Wouldn't Say Yes (La dama no se rinde). Casualidad o no, el caso es que Rosalind Russell en esa película interpreta a una psiquiatra y de hecho la película empieza en un pabellón psiquiátrico. Ya digo que ni hecho a propósito, menos mal que luego la película se desvía del tema un poco. Y creo que con esa conseguí por fin desprenderme del tema.
El lunes tocaba ir por el Auditorio, aunque como entramos en la sala rápido nos quedamos sin ver los objetos de El resplandor que tenían expuestos. La película elegida era Vanishing on 7th Street, de Brad Anderson (de este hombre sí que he visto otra, también en Sitges, The Machinist (El maquinista)). El señor Anderson estaba allí para presentar la película. La película la encontré un poco insulsa, estás siempre esperando que ocurra algo y al final no pasa gran cosa y encima al final te cuelan un mensaje que Manuel y yo calificamos de "ecocristianismo" que, bah, se podían haber ahorrado y eso que el mensaje ecologista se ve venir desde el principio. No tengo nada en contra de los mensajes ecologistas pero sí en contra de las historias con moraleja fácil. Una moraleja servida en bandeja me molesta porque me hace pensar que el director/escritor en cuestión me toma poco en serio. Estuvo bien para pasar el rato, pero no creo que sea memorable.
Y por último ayer tocaba Invisible Eyes, presentada también por el director, Olivier Cohen, y la actriz principal, Pia Mechler. También muy atmosférica aunque al final se hace un poco pesada porque es de esas películas a las que les cuesta acabar. ¿Que aquí todo lo que va pasando hacia el final es necesario? Puede, pero eso no quita que creas que se va a acabar y no, siga. Lo peor de esta película no tuvo que ver con la película en sí, sino con la pedorra que había por detrás y que es de esa gente que cree que debe comunicar a toda la sala lo inteligentísima que es y lo mucho que sabe y lo muy por encima de las circunstacias que está ella: con frecuencia nos obsequiaba con una risita ridícula y artificial que se esmeraba en que fuera lo suficientemente alta como para que la mayor parte de la sala se enterase. Me hizo pasar verdadera vergüenza ajena, tanto por la muestra abierta de estupidez como por la falta de respeto hacia el director de la película que podía estar presente (supongo que se habría ido en algún momento, pero después de la presentación hizo amago de sentarse a ver la proyección). Sin yo haber salido muy feliz con la película tampoco (fue la que menos me gustó de todas las que vimos), creo que esa mujer no se estaba enterando de nada (aunque ella pensase o hiciera ver que sí, que se enteraba de todo y que todo quedaba muy por debajo de ella). Qué rabia me da esa gente, son como la personificación de la moraleja servida en bandeja que decía antes. Si no te gusta una película te levantas y te vas, pero no hace falta que nos impongas tu "opinión" a base de un "jijiji" constante e insoportable.
Y así se acabó Sitges. Hasta la próxima.
miércoles, 13 de octubre de 2010
Sitges 2010
Publicado por Cristina en 9:38
Etiquetas Álbum de fotos, Cine, Con las manos en la masa, Cosas de casa
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Da hasta miedo y todo tantas coincidencias con la locura!!!! Y cambiando de tema, me ha sorprendido que te hayas llevado lectura incluso yendo al cine. Esto tendría que haber hecho!
ResponderEliminarUn beso
¿Verdad que es una casualidad demasiado insistente? ;)
ResponderEliminarY el libro me lo llevé para el trayecto en tren hasta y desde Sitges (Manuel tiene tendencia a quedarse frito), no para el cine, aunque con más de una película (no estas) casi dan ganas, eso sí.
Primero vampiros, luego zombies...¡y ahora locos!
ResponderEliminarEs el signo de los tiempos: primero a chupar lo que se pueda, después a levantarnos de la tumba y buscarnos la vida a mordiscos y ahora...estamos para que nos encierren. Sociología terrorífica de salón, pero al menos yo no lo explico a todo el cine ;D
Estoy contigo en que El resplandor va de un loco...Jack Nicholson no sabría hacer otro papel ni que lo hipnotizasen. Claro que ¿ quién es el listo que diferencia un buen loco de un poseído?
Una foto que te deja sin palabras
ResponderEliminarPues con The Queen of the Tambourine ya rematas el ciclo de locura...
ResponderEliminarUn saludo,
pablo
Uy si que te persigue el tema, esas cosas pasan a veces. Eres valiente, si viera "El resplandor" no me podria dormir en nosecuantos dias, lo de la mujer del cine pasa muchisímo, o saben tanto que lo han de gritar o son mayores y sordos y se van comentando lo que ocurre.
ResponderEliminar¿Tostada francesa? Explica eso por favor, porque tiene una pintaza estupenda.
Samedimanche: es una cadena de acontecimientos lógica, sí :D
ResponderEliminarEso me preguntó Manuel después de ver El resplandor: si yo era de las que creía que Jack Nicholson había hecho un papelazo o que, simplemente, se le había ido la cabeza y punto.
Amelia: me alegra que te haya gustado. Estos días el mar estaba revuelto y era todo un espectáculo.
Pablo Chul: entonces dejaré pasar un tiempo prudencial. Necesito algo cuerdo desesperadamente.
Ángeles: ¡qué va! Yo no lo pasé muy mal con El resplandor: hay sustos y eso, pero no es una de esas películas que luego se te quedan en la cabeza y te persiguen... a no ser que busques un trabajo parecido al de Jack Nicholson en la película (que ya le dije a Manuel que yo no aceptaría ni aunque me pagasen millones).
Es que no sé si se llama tostada francesa, es uan traducción directa del inglés, French toast. A lo mejor lo conoces: es pan de molde empapado en un huevo, leche y canela que después de pone en la sartén (con un poco de mantequilla) y se deja hacer un poco. Luego es ideal con sirope de arce, por ejemplo. Está riquísimo.
Si es que la locura da mucho miedo, de ahí que saquen tantas pelis de terror con ese tema, jaja. Por cierto, yo he visto casi todo de John Carpenter y me encanta, tiene películas clásicas como "La cosa" que son inigualables, o la misma de "La noche de Halloween", muy apropiada para ver en las próximas fechas, jaja :)
ResponderEliminarsaluditos
Ah pues que rico, parecido a una torrija, pero con mantequilla. Bueno, bueno, me voy a hacerme la ensalada, (snif).
ResponderEliminarLillu: vaya, pues si conoces bien la trayectoria de John Carpenter seguro que te habría gustado ver esta.
ResponderEliminarÁngeles: pobre, menos mal que las ensaladas pueden ser muy variadas, porque si no acabarías cogiéndoles un asco...
Sí, con como torrijas, pero con pan de molde y sin "rebozar" después con la canela y el azúcar (y mucho más rápidas de hacer). La mantequilla sólo es para que no se peguen a la sartén.