viernes, 31 de julio de 2009

Reflexiones rurales

Ayer de vuelta a casa, cansados de pintar - y aún queda mañana para rematar la jugada - o en mi caso de tomar medidas, pulular, generar basura y tardar tanto en poner una postal en un marco como si en lugar de querer ponerla entre un simple cristal y un trozo de madera (¿?) me hubiera dedicado a pintarla al óleo, soñábamos con un ratito de tranquilidad al aire libre antes de la cena. No pudo ser: a Manuel le tocaba regar y a mí me tocaba ser mortificada por los mosquitos. Me sale la vena sádica matándolos a golpe de insecticida pero ayer pudieron conmigo, sobre todo porque me revoloteaban alrededor de la cara y me dejaban desarmada, sin poder recurrir al insecticida. Así que acabé refugiada dentro de la casa, menudo chasco.

También el otro día me acordaba de haber leído en algún sitio que no es real eso de "el silencio y la tranquilidad del campo", porque el campo en verdad es muy ruidoso. ¡Y vaya si lo es! Otra cosa es que los sonidos sean más o menos agradables, pero abundan. Como ayer por la noche cuando armados con una supermecha ahuyenta-mosquitos (tenemos de todo, señores) estábamos sentados fuera y de repente oímos un "clic" y al mirar alrededor vimos que se trataba de un caracol suicida. Nos reímos. Y ya no paramos de oír "clics" a nuestro alrededor, por suerte ninguno sobre nuestras cabezas. No conseguimos decidir si es que llovía caracoles o se trataba de una especie de suicidio colectivo.

Y por la mañana, desde mi mecedora, que de frente tiene las "vistas" de la foto (salvo por la misteriosa maraña de cables de la izquierda que no fui consciente de que estaba ahí al hacer la foto y que nunca más he vuelto a ver), hacia mi derecha las vistas son más abiertas, veo que los animales/bichos también son criaturas de rutina. Me jugaría lo que fuera a que más o menos a la misma hora siempre pasa el mismo abejorro por los mismos sitios. Y más o menos a la misma hora siempre cruzan el caminito por el mismo sitio las mismas lagartijas. Es muy curioso.

Dentro de un ratito me instalaré en la mecedora a comprobar si son puntuales.

jueves, 30 de julio de 2009

Pintar, pintar, pintar sin parar...*

Empiezo a quedarme sin fotos bucólicas con que adornar las entradas estos días.

Hoy de nuevo estamos en casa pintando aunque yo pintar, lo que se dice pintar, pinto más bien poco, me dedico más al apoyo moral de "¡pero qué bien está quedando! ¡qué color tan bonito!" (el color es azul y la habitación es la del ordenador). Así que mientras Manuel pinta - ahora estamos en tiempo de descanso - yo me dedico a ordenar armarios, cajones y estantes y a tomar medidas para una pequeña reorganización en la cocina. Medir se me da peor que pintar, así que es bastante probable que la semana que viene, cuando nos dediquemos a esa reorganización, las cosas no terminen de encajar.

Tres cosas para salir un poco de la rutina de las entradas bitemáticas de estamos pintando/estamos en la casita del campo:

1) Hoy es el 191 cumpleaños de Emily Brontë. Mi lectura actual va sobre ella así que lo celebro en condiciones y no descarto luego aprovechar otro rato de descanso para leer algún poema suyo.

2) Por las noches nos dedicamos a ponernos al día con series de televisión atrasadas (Dexter y Caso abierto, concretamente) así que aún no hemos podido ver algo a lo que tengo echado el ojo desde que me enteré de que iba a empezar: Desperate Romantics, una miniserie de la BBC de seis episodios sobre los prerrafaelitas John Millais, Fred Walters (conglomerado de Fred Stephen y Walter Deverell), Dante Gabriel Rossetti y William Holman Hunt. Tiene muy, muy buena pinta, así que esperemos que no nos defraude.

3) Al empezar este descanso** y echar un ojo a los comentarios recientes me he llevado una gran sorpresa. Quiero decir: ver nuevos comentarios siempre es una sorpresa de lo más agradable, pero ver uno del mismísimo Sergi Albert (actor al que hemos visto en Boscos Endins, Spamalot y La bella y la bestia) es muy emocionante.

Y ahora me reclama el deber.

*El título de esta entrada es una canción de Barrio Sésamo, ¿no?

** Técnicamente este descanso ha empezado comprobando que las picaduras que tengo en las piernas son con toda probabilidad de mosquito tigre. Cumplo muchos de los puntos de esa web y mis piernas son una visión espantosa de grandes y múltiples ronchas de color rojo intenso que al menos afortunadamente van picando menos.

miércoles, 29 de julio de 2009

En imágenes

Aprovecho hoy que hemos venido a casa a pintar y que este rato en el ordenador podría considerarse un descanso (o pura vaguería, a gusto del consumidor) para subir unas cuantas fotos más de nuestros diítas en el campo. Lo bueno de estar relativamente cerca y relativamente lejos del mundanal ruido es precisamente eso, que podemos ir y venir y tener lo mejor de ambos mundos (y eso no incluye a los bichos).

Pero allí, con la conexión precaria y los vampiros en miniatura siempre al acecho es mejor siempre tener algo entre manos. Yo me paso casi todo el día fuera (en la mecedora, por supuesto, y rodeada de productos químicos, lo siento) pero me adentro más bien poco entre la "maleza", puesto que si ya me atacan lejos de ella, de adentrarme más sería un verdadero festín. La mesa de al lado de la mecedora siempre está llena de pasatiempos: lectura, Casa Amatller (terriblemente difícil), un Quiz, la radio (esto es más de Manuel, estamos en pleno Bayreuth).

Las veces que pululo por tierras salvajes voy cámara en mano y hago fotos de flores - escasas estos días - desconocidas, manzanos rebosantes (de momento tenemos un montón de deliciosas peras), cielo azul entre los árboles.


Y creo que ya he abusado del tiempo de descanso/vaguería. Hasta otro ratito...

martes, 28 de julio de 2009

The Brontës Went to Woolworths, de Rachel Ferguson

Puede que las Brontë hayan ido a Woolworths, pero lo cierto es que The Brontës Went to Woolworths, de Rachel Ferguson, ha ido a todas partes. Viajó de dondequiera que esté el almacén de Bloomsbury a dondequiera que esté el almacén de The Book Depository. De allí a Barcelona, de Barcelona a Madrid, de Madrid de vuelta a Barcelona y dentro de Barcelona una pequeña escapadita rural. Tantos sitios dicen muy poco a favor de la velocidad de mi lectura, porque el libro no llega a las 200 páginas y a mí me ha durado como si tuviera 500. Y no era por falta de ganas ni por pocas ganas de mirar su espectacular portada una vez más.

Pero lo que cuenta es lo mucho que me ha gustado. Pensaba que la aparición de las Brontë se limitaría al título y poco más, pero lo cierto es que las Brontë salen o se habla de ellas bastante. El libro es de 1931 y, aunque cueste creer que en estas cosas hay modas, en cuestión Brontë es muy hijo de su época (y en eso recuerda a Cold Comfort Farm, de Stella Gibbons). Rachel Ferguson se mofa de ciertas teorías pero también arremete contra la pobre Anne, que por aquellos días no gozaba de muchos amigos entre la crítica literaria.

Es difícil explicar de qué va el libro: las Carne - apellido relacionado con las Brontë - son una madre y tres hijas que, a la vez que son también muy hijas de su tiempo (y de ahí que muchas expresiones y actitudes y comentarios sean de lo más Mitford), también son únicas e incomprensibles. La muerte del padre, al tiempo que las deja con menos dinero (tampoco en la indigencia ni mucho menos) les da unas alas que no eran lo común en la época. La casa, al empezar el libro, parece un hervidero de gente pero gracias a sutiles comentarios y, sobre todo, a la mundana institutriz nos vamos dando cuenta de que son reales en nombre y hechos puros y duros, pero totalmente imaginarios en sus visitas y hábitos. Vamos, que si Charlotte Brontë tenía al Duque de Wellington y a sus hujos en sus juvenilia, estas tienen a toda una serie de personajes de más o menos rango también,pero en vez de escribir sobre ellos, hablan con ellos por teléfono, los invitan a cenar, reciben regalos suyos... y todo sin que los interesados se enteren de nada. Eso hasta que la realidad y la ficción se vuelven una y el prestigioso Juez Toddington - Toddy para ellas desde hace años - entra en el juego de verdad. ¿Y las Brontë son imaginaciones, juego o apariciones? Ah, eso queda a juicio del lector y la evaluación que decida hacer de esta familia.

Charlotte Brontë se hubiera compadecido - quizá lo haga - de la pobre institutriz, igual que lo hace el lector, al menos yo. La pobre será todo lo rancia y sosa que uno quiera pero las Carne, por alegres, amables, acogedoras y divertidas que puedan ser parecen un tanto agotadoras, sobre todo si se ha de convivir con ellas.

Pero en realidad una escapadita a su mundo es verdaderamente encantadora. Te ríes, te sorprendes y hasta te encuentras asintiendo y compartiendo opiniones como esta:

A woman at one of mother's parties once said to me, 'Do you like reading?', which smote us all to silence, for how could one tell her that books are like having a bath or sleeping, or eating bread--absolute necessities which one never thinks of in terms of appreciation. And we all sat waiting for her to say that she had so little time for reading, before ruling her out for ever and ever.

En una de las fiestas de mi madre, una señora me preguntó si me gustaba leer y nos dejó mudas a todas. Cómo decirle que los libros son como darse un baño o dormir o comer pan: necesidades básicas que no se consideran en términos de gusto. Esperamos sentadas a que comentara el poco tiempo que tenía para leer antes de descartarla para siempre jamás. (Traducción rápida y cutre mía)

El caso es que The Brontës Went to Woolworths empieza siendo muy confuso y acaba siendo una verdadera delicia. Y tan inglés - con sus excéntricos imapagables y su humor característico - como la palabla inglesa que le viene como anillo al dedo: witty, simple y llanamente witty.

Desayuno al aire libre

Ya estamos instalados con toda nuestra parafernalia. El domingo al llegar parecíamos hormiguitas yendo de acá para allá todo el tiempo, pero eso no quitó para tener un rato de mecedora al aire libre. Y desde luego los desayunos están garantizados en esa misma mecedora, como se ve en esta foto de ayer mismo.

Tengo más fotos, pero una conexión que ha tardado una eternidad para subir esta de aquí al lado, y bastante paciencia me consume ya la maqueta de la Casa Amatller como para tratar de subir alguna otra. En otro momento será.

También tengo pendiente escribir sobre The Brontës Went to Woolworths, que se me terminó ayer. A ver si esta tarde o mañana puede ser. La vida en el campo y una conexión precaria consumen mi tiempo de ordenador.

Sin lo que viviría de maravilla - una, que es muy de ciudad - sería sin los insufribles bichos (¿mosquitos? ¿termitas? ¿vampiros en miniatura?) que me tienen hechas las piernas un bonito cuadro abstracto en relieve de color carne y un tono rosita único. Por supuesto nos hemos convertido en grandes consumidores de todo tipo de sprays, repelentes e, inevitablemente pese a lo anterior, cremas para las picaduras. Cuando vuelva a la civilización van a pensar que tengo la peste bubónica.

domingo, 26 de julio de 2009

Entre flores y frutas

Las vacaciones continúan y nos vamos a pasar unas semanas a la casita de donde vienen las flores y las frutas, a ver si conseguimos quitarnos un poco de calor de encima.

Eso sí, la conexión a internet allí será un tanto precaria así que las entradas y los comentarios se desperdigarán un poco en el tiempo, aunque intentaré que no demasiado. Y en cualquier caso como la casita no está lejos y tenemos que seguir pasando por casa para pintar y poner orden, de vez en cuando tendré acceso a una conexión un poco más civilizada de esas en las que una simple foto tarda menos de cinco minutos en cargarse y demás.

En la lista de "cosas que llevar" las hay tan dispares como:

- Heladera
- Yorkshire tea, desayuno imprescindible
- Lectura(s)
- Guía de París retro (publicada allá por 1997 y tomada en préstamo de casa de mis padres. Es que gastarse más de 20 euros en una guía me da mucha rabia)
- Libro gordo de cartas de Elizabeth Gaskell (un compromiso es un compromiso)
- Teléfono inalámbrico (!)
- Maqueta de la Casa Amatller de mi cumpleaños
- Pasapurés (para hacer un buen gazpacho)
- Taza de ovejitas

Curiosa lista que sigue pero os ahorro.

Ya nos iremos viendo.

sábado, 25 de julio de 2009

Matisse

La exposición de la que hablaba ayer es la de Matisse del Thyssen. Manuel era el que se había enterado de que estaba y el que había sugerido ir a verla. Yo no esperaba que estuviera mal, pero desde luego tampoco esperaba que me gustara tanto como resultó gustarme, ya desde el principio, con los tres cuadros de su habitación de hotel en Niza. Desde esos hasta el último, prácticamente fui una exclamación humana repitiendo lo mucho que me gustaba cualquiera que fuera el cuadro que tenía delante. Además, aparte de los cuadros, de vez en cuado en las paredes hay frases del propio Matisse, muchas muy bonitas, que me hicieron la exposición mucho más amena de lo que ya de por sí me estaba resultando.

Así que, gente de Madrid, aunque lo de los ocho euros de la entrada (siete si se saca por internet) pueda sonar excesivo, la exposición es totalmente recomendable. Y el aire acondicionado del Thyssen tampoco está nada mal.

Sobra decir que, como se ve en la foto, arrasé en la tienda, que además es de las mejores tiendas de exposiciones temporales que he visto (que suelen ser bastante birriosas). Ahora tengo que hacerme con un par de marcos para colgar al menos dos de las láminas.

viernes, 24 de julio de 2009

De vuelta de Madrid

Ayer volvimos de Madrid con dos horas de retraso gracias a los controladores de Barajas, pero nos lo tomamos con una inesperada actitud zen y ni nos reconocíamos. Un milagro más de las vacaciones.

La maleta a la ida iba cargada de melocotones "caseros" que a la vuelta cambiamos por unos cuantos libros (y un DVD), en parte porque, como ya anuncié, recogí los dos libros de Frank McCourt (firmados ambos, además, no sólo Las cenizas de Ángela) y en parte porque estos días ha sido como una repetición del cumpleaños (por cierto que hoy es mi santo):

- Brooklyn, de Colm Tóibin, que estoy deseando leer.
- Man in the Dark, de Paul Auster, y además... ¡firmado!
- Cartas de París, de Alexander Ródchenko. Más lectura pre-parisina.
- Ceux qui vont mourir te saluent, de Fred Vargas. Regalo de la única lectora para que desoxide mi francés antes de París.
- Y el DVD: The Lady Is Willing (Capricho de mujer), también regalo de la única lectora con la dificultad añadida de encajarlo en nuestra cronología de comedia de enredo. Es de 1942, así que entra en el ritmo sin problemas, porque aún vamos por 1941.

Además de niños (con sobredosis incluida de Wall-e (aunque de esta no me quejo mucho) y la locomotora Thomas), visitas, puntos de lectura de Sorolla, partidas de Rummy, un Madrid lleno (pero lleno hasta tal punto que los artículos de protesta de Javier Marías cobran un nuevo sentido) de obras y una preciosa exposición de la que hablaré mañana aunque sea sábado.

Con la única lectora estuvimos cenando en el Vips, comentando la película de Harry Potter, comprobando que me debería haber releído el libro antes de verla porque mi versión recordada de los hechos es un poco... eeeeeh... libre. Y sobre todo partiéndonos de risa con la "marchiski" de Nueva York, que resultó de una conversacíón tipo "teléfono estropeado" en que yo le dije que tenía que ir a Nueva York a tomar cheesecake y ella entendió que tenía que ir a Nueva York "de marchiski".

Hicimos el recorrido obligatorio Pasajes-Living in London. De Pasajes salimos - con un poco de esfuerzo - con las manos vacías y en Living in London nos hicimos con un botecito más de clotted cream y nos quedamos a merendar/cenar. Yo por supuesto no me pude resistir - ya que Manuel no estaba dispuesto a tomar lo de siempre, la bandeja Chelsea de tres pisos con todo tipo de delicias inglesas, desde scones hasta sandwiches de pepino y mantequilla - a un scone con clotted cream in situ. Riquísimo.

Y todo aderezado con el calorcillo madrileño que ahora ha alcanzado el status de "calor no tan malo". Nada más salir del avión en El Prat nuestros poros volvieron a trabajar a pleno rendimiento y casi, casi podíamos nadar en la humedad reinante.

lunes, 20 de julio de 2009

Frank McCourt

Hago un parón en los preparativos para el viaje a Madrid, me siento al ordenador y me entero, así, a sangre fría, de que Frank McCourt, autor - y "protagonista" - de Angela's Ashes (Las cenizas de Ángela) se murió ayer.

Las cenizas de Ángela tiene el honor de ser el primer libro normal y corriente que leí entero en inglés allá por 1999. Y me gustaron mucho tanto el libro como la experiencia de leer en inglés, a esto último me enganché y ya no me he bajado nunca del carro.

A Frank McCourt le vi - creo que ese mismo verano de 1999 - en una charla pequeñita en una librería Crisol. Poco recuerdo de la charla, más que la presentaba uno de Gomaespuma y que el señor McCourt me firmó el libro y se lo dedicó a "Christina".

Con la noticia bien fresca, me he levantado para ir a la librería a por el libro para escanear la firma e ilustrar esta entrada. Me he llevado dos malas sorpresas: 1) por algún extraño motivo la copia que me traje de Madrid es una sin firmar (recuerdo que tenía dos, pero pensaba que habría traído la firmada, que sería lo lógico) y 2) que la continuación 'Tis (Lo es), también se debió de quedar en Madrid por motivos desconocidos (aunque no me gustó tanto como Las cenizas de Ángela tampoco se merece el destierro, hombre) y que también fue uno de los primeros libros que compré por Amazon. (Después vino Teacher Man (El profesor), que no estuvo mal y que sí que está en la estantería como corresponde). Espero recuperar ambos en este viaje y, quizá, a la vuelta ilustrar esta entrada con la firma del señor McCourt tal y como era mi intención.

Y mientras tanto recomiendo a quien no lo haya leído que lea YA Las cenizas de Ángela.

EDITADO a la vuelta de Madrid para añadir la firma, y eso que ha resultado que 'Tis también está firmado.

Cambio de calores

Dentro de unas horitas nos ponemos rumbo a Madrid y cambiamos el calor húmedo por el calor reseco durante unos días.

¡Hasta la vuelta!

A Month in the Country (Un mes en el campo), de J.L. Carr

Entusiasmada por la prosa de Penelope Fitzgerald, me lancé a una de esas búsquedas por internet que dejan los dientes muy largos. Encontré una referencia a uno cuya edición de Penguin estaba prologado por Penelope Fitzgerald, sentí curiosidad y quise saber más. Y, sin más intención que esa, lo puse en Google y Google me dio como resultado una edición digital - y pirata, claro, porque el libro es de 1980 - que, después de leer el resumen y algunas críticas... ejem, pues no pude rechazar. He cruzado la línea de los "libros sin derechos" sin ni siquiera quererlo. Si sirve para redimirme diré que el libro me ha gustado tanto, la portada de Penguin me parece tan bonita y siento tanta curiosidad por conocer lo que Penelope Fitzgerald tiene que decir de este libro, que a la mínima pienso comprarlo de todos modos. Y además así podré volver a decir que Rufinito sólo es mi cómplice en lecturas legales.

En cualquier caso los remordimientos quedan bastante aguados cuando recuerdo la pequeña - en todos los sentidos - joya que es A Month in the Country (Un mes en el campo), de J.L. Carr. Digo pequeña en todos los sentidos porque es un libro de apenas 100 páginas que no cuenta gran cosa y sin embargo...

Sesenta años después, Tom Birkin rememora cómo en el verano de 1920, con un tic en la cara y alguna que otra secuela que dejan traslucir su paso por la Primera Guerra Mundial, llega a un pueblecito de Yorkshire para restaurar un fresco de la Edad Media de la iglesia. Allí se encuentra con los habitantes del pueblo como la acogedora familia Ellerbeck o el reverendo y su esposa que parece fuera de lugar, los Keach, y con otro trabajador, Charles Moon, contratado ad hoc para buscar la tumba de alguien que, también en la Edad Media, fue excomulgado y por lo tanto enterrado fuera del cementerio. Moon también pasó por la guerra y entre eso sus respectivos trabajos, entablan cierta amistad.

La metáfora de la recuperación física y psicológica a través del arte supongo que ya está muy explotada, pero me atrevo a decir que este no es sólo un libro más, porque trata de muchísimas más cosas con ese trasfondo como excusa. Y en cualquier caso está tan bien escrito que aunque sólo fuera "un libro más" no sería sólo "un libro más".

Y eso - con frase enrevesada de regalo - es todo lo que se puede contar del libro, aunque es decir más bien poco, ya lo sé. El libro es una "pequeña cosa" sobre las pequeñas cosas.

También existe una película - rodada en 1987 - con unos jovencísimos Colin Firth y Kenneth Branagh en los papeles de Tom y Charles (que en la película parece llamarse James) que estoy deseando ver.

domingo, 19 de julio de 2009

Helado de chocolate con naranja

Un poco sosa la entrada de hoy porque sólo puedo comentar qué tal el sabor del helado por lo que probé de rebañar los utensilios. Y es que aún no lo hemos probado a lo grande, pero si me puedo fiar de las primeras impresiones no puedo negar que está riquísimo y que estoy deseando confirmarlas con más detenimiento.

Pensando hace unos días qué sabor hacer, se me ocurrió que Manuel este verano ya se había comprado alguna vez una tarrina de chocolate con naranja (y que, pese a que es una combinación que me gusta, no me terminó de convencer) e hice unas cuantas búsquedas para ver el grado de dificultad. Resultó que cada receta era un mundo y a cuál más historiada... hasta que llegué a una que estaba escrita por un espíritu afín: comentaba que, para no complicarse la vida, lo que había hecho era hacer el helado de chocolate normal y corriente - que es con el que inauguramos nosotros la heladera - y añadirle ralladura de piel de naranja. Y así lo hicimos ayer y tan contenta me quedé con el sabor atisbado en los utensilios que no tuve problemas en afirmar que "nos ha quedado mejor que el que tú te compras".

Por cierto que hace unos días visitamos unas cuantas tiendas buscando un libro de la editorial Parragon (la de Delicias al horno y el recién llegado - y cada vez más tentador - de las 100 galletas) sobre helados que, obviamente, buscándolo yo, no hay por ningún sitio. De hecho, en una de las tiendas hicieron algo me me da muchísima rabia: que les pregunte por algo que SÉ a ciencia cierta que existe y que me digan que no. Vamos a ver, si te pregunto con el nombre de la editorial y todo, ¿no te da que pensar que puedo haberlo visto por ahí? Pero no, hay que dárselas de listo y de todopoderoso y decir que "no existe". Grrrr. Y como alternativas sólo vimos un par de libros que no terminaron de convencernos.

Y la plancha de hoy venía acompañada por una rareza: la única comedia del señor Alfred Hitchcock, Mr & Mrs Smith (no confundir con la película reciente del mismo nombre) (Matrimonio original), de 1941. Me ha gustado, pero por lo visto en un momento de concentración y/o lucha con alguna arruga rebelde me he perdido la breve aparición del señor Hitchcock. Oh.

viernes, 17 de julio de 2009

Autorregalo

Ayer salíamos de casa camino del cine para ver Harry Potter cuando vimos que nuestro pobre buzón estaba asfixiadito por la carga y que, de hecho, había un paquete fuera que ni siquiera había cabido. Qué visión tan encantadora. Los cuatro paquetes - nunca entiendo por qué The Book Depository no cobra gastos de envío y encima envía cada libro de forma individual - resultaron ser el autorregalo que me hice el día de mi cumpleaños. Un autorregalo un poco bitemático, pero con mucho encanto y, lo bueno de los libros comprados a distancia es que cuando llegan es toda una sorpresa, porque, aunque ya los esperabas no los ves por primera vez hasta ese momento.

Llegaron los dos libros que inauguran la colección Bloomsbury Group de la editorial Bloomsbury (la de Harry Potter, precisamente) y que ya comenté hace meses que estaba deseando tener entre manos. Son libros de principios del siglo XX (sobre todo del periodo de entreguerras), rescatados no tanto del olvido como de la descatalogación. Sólo las portadas son preciosas, pero es que el contenido tiene pinta de ir a estar muy a la altura o incluso, si cabe, por encima.

Llevo siglos, mucho antes de que se anunciase que se publicaría como parte del Bloomsbury Group (Virago ya lo rescató una vez del olvido pero volvió a caer en la descatalogación al cabo de los años, y los ejemplares de segunda mano se pusieron carísimos), queriendo leer The Brontës Went to Woolworths, de Rachel Ferguson, en principio sólo por el título, aunque creo que el contenido poco tiene que ver con las Brontë en realidad, pero es que la historia en sí también tiene muy buena pinta.

De Henrietta's War, de Joyce Dennys, no sabía nada hasta que se habló del Bloomsbury Group, pero en cuanto lo conocí supe que lo quería. Es una colección de cartas ficticias publicadas en la columna de una revista, con un aire a lo Provincial Lady y que recuerda también mucho a la columna de Juliet Ashton en The Guernsey Literary and Potato Peel Pie Society (La sociedad literaria y del pastel de piel de patata de Guernsey), con ilustraciones de la propia autora, que son muy sencillas pero con mucho encanto, y eso fuera de contexto, seguro que mejoran mucho cuando lea el libro, cosa que estoy deseando. Y cruzo los dedos para que publiquen Henrietta Sees it Through, que es la continuación.

En septiembre y noviembre seguirán sacando libros de esta colección, con historias que no me llaman tantísimo la atención (aunque no me disgustan en absoluto), con la excepción de Miss Hargreaves, que tiene una pinta buenísima, y todas con portadas a cuál más bonita. Y esa es la primera parte temática de mi autorregalo.

La segunda parte es temática por dos motivos: porque son dos libros de la editorial Persephone (y me costó lo mío elegir sólo dos suyos) y porque son dos libros de la misma autora: Nicola Beauman.

Por fin, ¡por fin!, llega a mis manos A Very Great Profession, del que ya hablé, sin haberlo leído, claro, un poco aquí. Tiene una pinta espectacular.

El segundo, desde que salió hace pocos meses, estaba deseando tenerlo también: la primera y polémica biografía de "la otra" Elizabeth Taylor, es decir, de la escritora (autora, entre otros muchos, de Mrs Palfrey at the Claremont o Angel), The Other Elizabeth Taylor, la primera biografía publicada por Persephone. Polémica porque Elizabeth Taylor dejó muy claro que no quería que se escribieran biografías suyas y en vida se mantuvo muy alejada de la vida pública y ordenó a todos sus conocidos que destruyeran su correspondencia (como hacen tantos autores con tan poco éxito, por otra parte; Elizabeth Gaskell, sin ir más lejos, y sus cartas resulta que me acompañan cada noche), con la excepción de la meramente profesional. La pobre tuvo la mala suerte de tener un amante que no siguió las órdenes y en cuya correspondencia se basa gran parte de la biografía. Mi "política" con las biografías es leerlas cuando he leído si no toda la obra, sí lo más importante o la mayoría, sobre todo para evitar que me cuenten cosas de los libros que no he leído, pero la obra de Elizabeth Taylor es tan inmensa y esta biografía tan tentadora que me la estoy replanteando.

Y todo acompañado por un par de puntos de lectura de regalo, que siempre son bienvenidos, sobre todo si uno de ellos está diseñado por Jasper Fforde.

Todo esto lo pude ver por encima antes de irnos al cine, así que cuando llegamos a casa por la noche fue como recibir los paquetes de nuevo. Una gozada.

Harry Potter and the Half-Blood Prince (Harry Potter y el misterio del príncipe)

Ayer fuimos a ver la nueva de Harry Potter. Y me gustó, porque yo creo que con las películas - y quizá los libros - de Harry Potter soy fácil de contentar. Los efectos especiales y demás que en otras películas no me dicen gran cosa, en las de Harry Potter me suelen gustar mucho porque son como complementos ideales para lo que en los libros no terminas de ver tan claro - por lo menos yo - por mucho imaginación que le eches. Así que no me fijo tanto en si sigue en libro al pie de la letra o se está inventando y saltando la mitad de las cosas: yo voy a ver Harry Potter para ver el mundo de Harry Potter.

El guión de esta, eso sí, al principio sobre todo y en cosas puntuales después - y lo digo sin tener el libro muy fresco, quizá debería haberlo releído - me pareció un poco ni fu ni fa y al final hay una frase importante que han dejado fuera. Y Manuel, que todo lo que sabe de Harry Potter es por haber visto algunas películas, dice que al menos en otras iban entrando en materia poco a poco y que esta no tiene ni principio ni final. A pesar de todo creo que no le desagradó, aunque reconoció que estaba un poco perdido en muchas cosas y es que hay saltos tremendos - a pesar de lo larguísima que es - que, supongo, se notan poco si has leído el libro, pero si no lo has leído te debes de quedar un poco colgando sobre el vacío. Y, sobre todo, dijo que "Luna salía poco". Y estoy de acuerdo, Luna es de lo mejorcito de los últimos libros/películas de Harry Potter. Y, sorpresa, me gustaron las partes de Draco Malfoy el modelos de trajes de chaqueta (¿qué pasa con su uniforme?), aunque Manuel dice que su interpretación consiste en alternar entre dos caras... Mención especial a la actuación de Hero Fiennes-Tiffin, sobrino de Ralph, actual Lord Voldemort, que es muy inquietante.

En fin, que pasamos un buen rato, estuvimos fresquitos y yo salí contenta y, como siempre, deseando que llegue la próxima.

Manuel entonces me aparcó en un Starbucks y se fue a ver la exposición de los quinquis del CCCB, que a esas horas ayer era gratis y que yo había declinado ver, gracias. A él le gustó, pero mientras tanto yo, como se ve en la foto, también estuve en buena compañía con Rufinito.

jueves, 16 de julio de 2009

The Golden Child, de Penelope Fitzgerald

The Golden Child, de Penelope Fitzgerald ha sido el segundo libro que leo de esta escritora, y no ha tenido nada que ver con el primero que leí y que, de hecho, escribió después de este. A pesar de lo mucho que me gustó The Bookshop, el libro radicalmente diferente que es The Golden Child no me ha desagradado en absoluto, es más, me ha gustado mucho, porque si hay algo que empiezo a comprobar que es invariable con Penelope Fitzgerald es que cada uno de sus libros es una pequeña (en cuanto a número de páginas) obra maestra. Y ella domina el arte de la escritura y lo demuestra precisamente así, probando aquí y allá, no encasillándose en un género y dominando cualquier tema.

The Golden Child lo compré poco después de The Bookshop y, aunque había algunos otros suyos para elegir, lo que me gustó fue la portada y el guiño a Egipto. Desde tiempos inmemoriales, lo relacionado con Egipto (el Egipto antiguo), me llama la atención con facilidad, sobre todo si tiene que ver con los alrededores de Tutankhamon. Luego, leyendo el libro, es cierto que no tiene nada que ver con Egipto propiamente, aunque sí en espíritu. Me explico: el libro se publicó en 1977 y, por lo visto, en la época había una especie de obsesión con la tumba y el misterio de Tutankhamon* y Penelope Fitzgerald, sin querer herir tampoco sensibilidades, rescató a una civilización perdida, los garamantes, y les dio una tumba (creo que ficticia) con oro por todas partes, un joven niño dentro de un sarcófago de oro y sus correspondientes juguetes e instrumentos para llegar al otro mundo de oro. Todo ello llega a un museo sin nombre que a todas luces es el Museo Británico y crea el pequeño caos que deben de causar todas las grandes exposiciones temporales.

Al libro parece que le cuesta un poco arrancar, pero puede interpretarse como una pequeña muestra de los santuarios que deben de ser los museos, con sus pequeñas trifulcas burocráticas, sobre a qué área le corresponde esto o qué área debe hacerse cargo de esto otro, por supuesto todo aderezado por falta de presupuesto y una exposición temporal, la del niño de oro, que añade confusión y unas enormes colas de horas de espera en el frío para ver por 50 peniques, durante un máximo de 20 segundos, la famosa tumba que, como debe ser, viene acompañada de su maldición correspondiente.

Y de pronto empiezan a sucederse cosas; uno de los trabajadores - podría decirse que el protagonista - que ya tiene lo suyo encima, debe ir a la Unión Soviética con fines de investigación y el viaje no podría ser peor: le pasa de todo y, pese a que parece que no puede ir a más, a la vuelta del viaje aun le pasarán más cosas.

He leído muchas descripciones/críticas de la novela que dicen que es "cómica". Y, sí, es cierto, a veces te ríes, pero es casi más un risa nerviosa e histérica que una risa de algo que hace gracia. Creo yo, vamos. También se juega mucho, eso sí, con los clichés de las novelas policiacas y de misterio. Todo, a pesar de la angustia por el pobre protagonista, muy ameno de leer. Para mí, desde luego, ahora que tengo el catarro prácticamente superado, fue ideal. Hay cosas que cuesta mucho leer entre toses y estornudos, y en cambio Penelope Fitzgerald me acompañó que daba gusto.

El libro también tiene toques serios que cuestionan el fin y el modus operandi de los museos: ¿deberían ser gratuitos? ¿deberían ser gratuitas las exposiciones temporales? ¿debe tener el público acceso ilimitado? ¿es moral tener tesoros sin exponer en los sótanos? ¿qué diferencia una pieza verdadera de una réplica? Cosas que Penelope Fitzgerald plantea y que no hacen más que retorcer aun más la burocracia reinante en el museo ficticio.

* Lo que me recuerda que estos días puede verse en Barcelona la exposición de la réplica de la tumba de Tutankhamon. Manuel, cuando se enteró, pensó que me haría gracia verla pero yo, que ya había visto carteles por ahí, pensaba (y pienso, más después de este libro) todo lo contrario. La verdad es que no tengo gran interés por ver réplicas de plástico o cartón-piedra o lo que sean, mucho menos pagando. Y el caso es que a Manuel sí que le hace gracia, así que igual terminamos viéndola. También me hizo gracia ver una cartel que la anunciaba el otro día y que, igual que otros extraen frases de los halagos recibidos, ellos ponían "Veig coses meravellosas" - La Vanguardia, lo que me hizo partirme de risa (y consiguió que Manuel me mirara como si me hubiera vuelto loca definitivamente). Y es que el famoso "veo cosas maravillosas" o, propiamente dicho, "I see wonderful things" no lo dijo el señor de La Vanguardia, sino el señor Howard Carter cuando, en 1922, vio por primera vez la tumba de verdad por un agujerito.

Noche de viernes: Especial de Blue Peter sobre la familia Brontë

Blue Peter es un programa infantil de la BBC que es como una institución en el Reino Unido, puesto que lleva en antena desde 1958. Supongo que desde que empezó hasta ahora habrá cambiado mucho, aunque siendo de la BBC me atrevo a decir - sin haber visto ningún episodio del comienzo ni de la actualidad, o sea, a ojo - que tampoco habrá cambiado en exceso.

Resulta que en 1979 hicieron un especial sobre la familia Brontë y, 30 años después, el viernes pasado, nosotros lo pudimos ver.

Lo que más nos llamó la atención es la capacidad de atención de los niños de 1979. El programa era largo, no había animaciones, ni colores intensos, ni música estridente y las frases eran largas, se utilizaban palabras normales, no demasiado pomposas pero tampoco especiales para los niños y se hablaba mucho.

Había un presentador in situ que iba contando la historia mediante lo más llamativo: escenas seleccionadas de la vida de la familia Brontë rodadas en la misma casa-museo y los páramos, rodadas con calma. Todo, para ser para un programa que al fin y al cabo es de diario, y no una producción puntual, de lo más cuidado y aparente.

Se contaba lo básico de sus vidas, sin entrar en grandes detalles, pero todo muy bien ilustrado y, la verdad, daba gusto verlo. Quizá hablo sin conocimiento de causa, pero me da que pensar que si ese programa se hiciera hoy en día - no necesariamente en Blue Peter, sino el hecho de contar la historia Brontë para niños - sería mucho más corto y mucho más "para tontos".

Fue curioso.

miércoles, 15 de julio de 2009

Noche de viernes: Enchanted April (Un abril encantado) (1992)

A ver, que se me pasó escribir sobre esta sesión de noche de viernes de hace dos semanas y ahora resulta que se me ha juntado con la de la semana pasada, de la que ya hablaré.

Como dice Manuel, abundan las películas (y supongo que los libros) de ingleses en Italia, y esta - como el libro en que se basa - es una más. Aun así, sin ser ningún prodigio de la historia del cine, no es una del montón tampoco. La historia tiene el mismo encanto que en el libro: más condensada, pero básicamente la misma. Quizá las "revelaciones" italianas son un tanto precipitadas y se pierde buena parte del humor del libro, pero si el libro ha gustado, gustará la película. Y viceversa.

En cualquier caso, es una adaptación muy cuidada, desde el bonito cartel de aquí al lado hasta la que parece la localización ideal que de hecho es la que Elizabeth Von Arnim tenía en mente (porque se había alojado allí, en el mismo Castello Brown) cuando escribió sobre el castillo de San Salvatore, pasando por unos decorados y un vestuario impecables. Y el grupo de actores también es de lo mejorcito. A pesar de que las dos protagonistas son Lottie y Rose (interpretadas por Josie Lawrence y Miranda Richardson respectivamente), mis preferidas, sin embargo, fueron las dos secundarias: Joan Plowright como Mrs Fisher está espléndida y Polly Walker, sin coincidir con la imagen mental que yo me había formado de Lady Caroline, me parece que está que ni pintada en ese papel.

Así que fue muy agradable de ver, sobre todo porque no hubo que sacar grandes pegas ni poner verde a nadie. Después de leer el libro se deja ver con mucho gusto y eso, a veces, es justo lo que una le pide a una adaptación, ni más ni menos.

martes, 14 de julio de 2009

Allons enfants de la patrie...

Como dentro de un mes andaremos por tierras francesas, qué mejor que empezar a hacer pinitos para quedar bien y entonar la Marsellesa en el Día de la Bastilla*. Hay que poner cara solemne y esas cosas.

El año pasado, para mi gusto, lo celebré de forma mucho más agradable: poniéndome las botas con los dulces de La Cure Gourmande, pero como ahora resulta que en Barcelona ya no tenemos (sí en Madrid) pues me tendré que conformar con una baguette o algo así.

En cualquier caso podría decirse que lo celebramos ayer por anticipado porque seguimos las instrucciones de Ángeles (Ángeles, entre la heladera y esto como puedes ver lo que dices va a misa), y nos acercamos a la oficina de turismo de Francia a hacernos con tarjetas anticipadas para museos y evitarnos colas allí.

Aunque teníamos idea de comprar sólo la del Louvre - que resulta que, queriéndola yo, en verano la retiran de la venta - y la de Orsay, al final nos decantamos por la de cuatro días y un montón de museos sin colas. Y es que aunque la Torre Eiffel no está incluida (ni venden por anticipado), Notre Dame, el Louvre (en esta sí), Orsay, la Sainte Chapelle, Versalles y una lista larguísima que ocupa un folio lleno sí que están incluidos. Y, claro, no es lo mismo pasar de un museo por no hacer cola y perder el tiempo que poder entrar sin esperar, aunque sea a curiosear un momentito, ¿no?

* Para mí en realidad es más el Día de la Pastilla, porque desde hace un par de días tengo un catarrazo que estoy segura que ha hecho a más de uno cambiarse de acera pensando que soy una Gripe A con patas (¡y no lo soy, no tengo fiebre ni nada, sólo la nariz roja como un pimiento y la voz gangosa!).

lunes, 13 de julio de 2009

Don't Tell Alfred (No se lo digas a Alfred), de Nancy Mitford

El reencuentro con Nancy Mitford, como era de esperar, ha sido de lo más agradable. ¿Cómo no querer volver a un mundo en el que las visitas al Ritz, las fiestas al más alto nivel y el acento inglés de clase alta están a la orden del día y además - lo mejor de todo - vistos con un gran sentido del humor?

También una maravilla es que Fanny - ahora Lady Wincham - a pesar de tener mucha más experiencia que, con toda seguridad, la gran mayoría de sus lectores en ese campo, siga sintiéndose de lo más insegura y tambalenándose a la mínima. Y encima sus hijos no sólo no colaboran en facilitarle las cosas en su tarea de "señora embajadora" en París, sino que se esmeran en complicárselas aun más de las formas más inverosímiles.

Nancy Mitford tiene un don especial para conservar y mantenernos informados de qué ha sido de los personajes a los que es imposible no acabar adorando, pero sorprende aun más su capacidad de crear nuevos personajes que resultan igual de adorables. En este caso el personaje estrella es Northey, sobrina segunda de Fanny, que llega a París con la misión de ejercer de secretaria personal de Fanny y termina... bueno, termina haciendo cualquier cosa menos eso. Y lo más chocante de todo es que en lugar de resultar insoportable por escaquearse con tal facilidad, le resulta al lector igual de adorable que a los personajes que la rodean y que son incapaces de "ponerla en su lugar".

También me ha gustado mucho el tratamiento - y todo lo que le rodea - de David, el hijo mayor de Fanny (Molinos: definitivamente tienes que leerlo, te encantará y asentirás constantemente), que es un divertidísimo hippie al que se le va la fuerza por la boca. Otro de los hijos, Basil, se dedica a llevar a pobres turistas británicos a la Costa Brava de vacaciones (se habla mucho de España en el libro en general, casi más que de París a veces) y está hecho todo un teddy boy. Los dos hijos pequeños (uno adoptado, Fabrice, hijo de Linda) no se quedan detrás y también montan de las suyas. Así que la pobre Fanny, con la complicidad de Northey, que tampoco se priva a la hora de crear conflictos diplomáticos por las razones más pintorescas, y Philip, un trabajador de la embajada, se pasan los días diciendo "no se lo digas a Alfred", el señor embajador, que ya tiene bastante - aunque mucho menos - con lo suyo.

Me resulta imposible elegir mi libro favorito de los tres de la "saga", pero lo que me ha gustado especialmente de este es lo realista y lo moderno que resulta en muchas de las ideas que hay detrás. Yo sigo defendiendo que puede que sean libro de risa, pero eso no quita que sean libros vacíos de contenido: todos tienen su mensaje más o menos profundo. De este me quedo con muchas de las actitudes y las críticas a ciertas cosas, que no están nada desfasadas a día de hoy; quizá por eso, ya digo que sin poder elegir, sí que este me ha parecido el más moderno y actual (y se desarrolla en la década de los cincuenta).

La traducción de Milena Busquets en la edición de Libros del Asteroide, después de intentar pillarla en cosas muy difíciles de traducir a lo largo de todo el libro es también destacable, al menos en la impresión que una se puede hacer leyendo trozos de vez en cuando.

Y los Valhubert me han hecho gracia también, así que desde ya estoy deseando leer The Blessing (La bendición) aunque dejaré pasar un tiempo, para poder saborear la novedad más tiempo.

Conclusión: Nancy Mitford, tan recomendable como siempre y haciendo guiños a sus libros anteriores:

The publishers know they can sell any amount of books about France--in fact France, like Love, is a certain winner on a title-page.
Los editores sabe que todos los libros sobre Francia venden...De hecho, la palabra "Francia" y la palabra "amor" son un cebo infalible en una cubierta. (Traducción de Milena Busquets)

Por supuesto, con la excepción de The Blessing (La bendición) y de este mismo, los libros anteriores de Nancy Mitford se llaman In the Pursuit of Love (A la caza del amor) y Love in a Cold Climate (Amor en clima frío).

domingo, 12 de julio de 2009

Estrenando electrodomésticos

Desde luego los nuevos electrodomésticos no pueden quejarse de haber tenido una mal acogida. Desde el martes, día en que llegaron, ya hemos usado dos veces cada uno y hemos quedado encantados.

El miércoles hicimos una noche extraordinaria de series - en teoría son las noches de los sábados, cuando vemos Mad Men y Lost - tanto para ver las series, que siempre se quedan interesantísimas, como para estrenar la palomitera, puesto que las palomitas son el acompañamiento de las series por excelencia. Ese día no teníamos más que las bolsas para microondas, así que tuvimos que hacer una cosa muy cutre, abriendo una bolsa y quitando la grasa y la sal que les ponen (hay una razón por la que insisten tanto en que no abras las bolsas y es que es una visión bastante repugnante) casi grano a grano, puesto que en la palomitera sólo se puede meter el maíz. Ayer estábamos mejor preparados y ya teníamos granos de maíz no-pringosos.

Como le dije ayer a Manuel, mientras que hacer las palomitas antes era un drama (por aquello de que se rompía cualquier plato que pusiéramos debajo al hacerlas o quedaran bastante mal si no poníamos plato), ahora con la palomitera es una auténtica comedia. El primer día no teníamos ni idea de qué saldría, así que celebramos por todo lo alto la primera palomita, justo antes de vernos desbordados por un montón de palomitas que salían a borbotones, hacían giros y piruetas en el bol asignado y volaban por todas partes mientras nos partíamos de risa a la vez que intentábamos cazar el máximo posible de ellas. Ayer estábamos mejor armados: teníamos parapetos rodeando al bol. Salió la primera palomita (siempre sale una solitaria de aviso, por lo visto) y lo celebramos de nuevo por todo lo alto. Los parapetos funcionaban bien... hasta que dejaron de funcionar y volvimos a tener el mismo número de caza y captura de la palomita perdida. Muy divertido.

La cubeta de la heladera había que tenerla horas y horas y horas en el congelador antes de poder estrenarla, así que no la pudimos poner a prueba hasta el jueves. Para la inauguración habíamos elegido helado de chocolate. Y se nos dio bastante bien. El helado, que estuvo listo en menos de 30 minutos, salió mucho más rico de lo esperado y apenas duró dos sesiones.

Así que enseguida quisimos ampliar horizontes - poco a poco, eso sí, aunque un día de estos quiero ir a explorar libros de recetas de helados y a comprobar que los arándanos azules siguen costando un ojo de la cara en El Corte Inglés (el único sitio donde los he encontrado) - y el siguiente sabor elegido fue el de stracciatella.

Ayer lo teníamos todo preparado cuando por lo visto debimos de ser muy lentos entre el momento de sacar la cubeta del congelador y verter en líquido en ella. De pronto las aspas empezaron a dar saltos y el helado empezó a saltar por todas partes al más puro estilo palomita. En un momento se había hecho escarcha en la cubeta y las aspas no podían girar correctamente. Después de quitar el helado pegado a las paredes y de lavar bien la cubeta no teníamos ni idea de hasta qué punto se había descongelado, así que decidimos meterla toda la noche en el congelador de nuevo y posponer la tarea hasta esta mañana.

Esta mañana nos hemos puesto las pilas y hemos evitado la molesta escarcha. Como dijo Ángeles, teleheladera puede llegar a ser hipnótica. Te quedas ahí, mirando las aspas dar una vuelta tras otra y viendo cómo el líquido se va condensando y adquiriendo una sorprendente consistencia de helado. Sorprendente porque nunca en la vida había visto hacerse un helado.

El de stracciatella de esta mañana nos ha sorprendido aun más cuando a los cinco minutos ya estaba aparentemente listo. Lo hemos dejado unos minutitos más para afianzar, pero menuda rapidez: aproximadamente un litro de helado en un abrir y cerrar de ojos, porque los preparativos anteriores también son de lo más sencillitos.

Aún no lo hemos probado oficialmente - será esta noche - pero yo no he podido evitar rebañar alguna cuchara y la conclusión ha sido que "¡sabe como el de stracciatella de Palazzo!" (creo que para conocer las heladerías Palazzo hay que ser de Madrid), lo cual, dicho del sabor de stracciatella es - para mí - el mayor cumplido y lo mejor que se puede decir. Y no creo que exagerase.

Mi próximo proyecto sería de vainilla, que es mi sabor preferido, pero a Manuel es un sabor que no le dice nada, así que estamos en plenas negociaciones. Veremos.

Así que hoy he planchado con el estómago mucho menos pesado que otros domingos (porque lo de desayunar helado con té - tenemos una receta de helado de té, eso sí - es demasiado raro incluso para mí) y con el calor que vuelve a hacer casi lo he agradecido. La película de hoy era de 1942 y por lo visto nunca llegó a estrenarse en España: Rings on Her Fingers (Anillos en sus dedos). Y no sé muy bien por qué, porque la verdad es que estaba muy bien.

Después de la plancha, la película y el helado me he sentado a leer el periódico - lo que leo mientras desayuno es el suplemento, que siempre desemboca en la columna de Javier Marías - y me he encontrado con un interesante - y espantoso - artículo sobre la muerte de Gerda Taro, precisamente sólo días después de haber visto la exposición del MNAC.

viernes, 10 de julio de 2009

Robert Capa y Gerda Taro en el MNAC

Ayer Barcelona estaba extraña: entre el muy agradable pero totalmente inesperado día de verano inglés que, como hoy, estaba gris, fresquito y húmedo y lluvioso y el Tour de Francia que abandonaba Francia se sentía uno desubicado: ¿Estábamos en Barcelona, en Francia, en Inglaterra?

Cuando llegamos a Plaza de España el tour debía de acabar de pasar, aún había puestos con merchandising (carísimo, a pesar de que casi todas las personas con las que nos cruzábamos llevaban bolsas y/o compras recientes a la vista), había entusiastas con banderitas y el tráfico aún estaba cortado (el otro día cuando pasamos le comenté a Manuel que acababan de asfaltar, sin asociarlo con lo del tour). Nosotros subíamos y subíamos con una misión: llegar al MNAC para ver las exposiciones de Robert Capa y Gerda Taro que, ayer (y el 23 y el 30 de este mes también) eran gratis de 19 a 22. (De las exposiciones puede verse un reportaje con bastantes fotos en El País). Dejamos una Barcelona extraña para adentrarnos - en parte, al menos - en otra no menos extraña, aunque mucho más triste, de refugiados, milicianos y demás. Fotos impresionantes todas, tanto las de Capa como las de su novia Gerda Taro (que ayer nos enteramos de que había muerto en 1937 en Brunete, arrollada, con su cámara y sus últimas fotos, por un tanque en retirada), no sólo de Barcelona, sino también las famosas de Cerro Muriano, que han intentado organizar en el posible orden en que se tomaron y que siguen sin aclarar si LA foto es un montaje o no o si es de Capa o de Gerda Taro, las fotos del desembarco de Normandía del Día D de Capa (con su historia truculenta detrás), las impactantes fotos de Leipzig al final de la Segunda Guerra Mundial, fotos de China en 1938... Y todo con cartas y publicaciones que ayudan a comprender más las fotos y cómo se publicaban y las veía la gente.

Todas nos "gustaron" (la mayoría no están hechas para gustar-gustar) mucho, pero al final creo que tanto Manuel como yo nos quedamos con fotos locales. A Manuel le gustó mucho la de la niña cansada sobre los sacos, de Robert Capa y a mí, la que más me gustó, fue la que pongo aquí al lado, de Gerda Taro: un huérfano de guerra comiendo sopa y mirando de forma directa y que pone los pelos de punta a la cámara. De vuelta a casa Manuel decía que estas fotos le dejan con la intriga de qué fue después de la niña cansada, de la mujer que contaba sus penas a la mujer con la niña y la muñeca, del niño huérfano que come sopa y yo, mucho menos profunda, me preguntaba si esta gente sabe o es consciente de que aparece en unas fotos que medio mundo conoce. ¿Saben que son ellos? ¿Se han visto alguna vez? La famosa foto - de Alfred Eisenstaedt - V-J day in Times Square tiene candidatos y gente que afirma que son ellos, sin ir más lejos.

Y, por cierto, que me perdonen los dioses por acompañar una entrada sobre dos grandes fotógrafos con fotos propias.

El caso es que al salir del museo, después de no haberlas visto en mivida, vi otra vez y casi por segundo día consecutivo, las fuentes de Montjuic, que - con el fresquito ya reinante - no era tan agradable que te mojaran. Ayer, también a diferencia del martes, había gente viéndolas por todas partes (muchos estaban allí por lo del Tour), haciéndose fotos de lo más "originales" (léase: ridículas). Comenzaron con un repertorio Disney que hizo las delicias de los niños. Eso sí, cuando yo recordé que podía hacer un vídeo de lo más apañadito para el blog, se acabó el asunto (gafe, gafe, gafe). Y aunque esperamos a la siguente canción, resultó ser bastante fea - no la conocía - y pasé del vídeo.

La tarde nos quedó de lo más completita y todo sin gastar un duro, lo cual siempre resulta sorprendente.

jueves, 9 de julio de 2009

No se lo digas a Alfred, de Nancy Mitford

¿A quién no le gusta un libro de regalo? A mí desde luego me encanta, así que la sorpresa que me llevé hace un par de semanas cuando a través de mi correo Libros del Asteroide se ofrecían a mandarme su reciente traducción de No se lo digas a Alfred, de Nancy Mitford (traducido por Milena Busquets), como agradecimiento por estas cuatro líneas que les dediqué hace tiempo y muestra de que al final sí que habían traducido el libro, fue mayúscula y muy, muy agradable.

El libro llegó el sábado pasado casi como regalo adelantado de cumpleaños. Leí la sinopsis:

Cuando Alfred es nombrado embajador en París, su mujer, Fanny, se convertirá en la encargada de manejar los asuntos cotidianos de la embajada.
De repente se verá alternando con la aristocracia y lo más granado de la sociedad parisina, dando cócteles y cenas, y contemplando asombrada como cada nimio detalle de su vida es aireado en los periódicos. Por si fuera poco, tendrá que mediar en los asuntos sentimentales de sus amigos y encauzar a sus indómitos hijos, cuyos modernos estilos de vida –uno es teddy boy y otro hippie– no termina de comprender. Además, parece que una crisis diplomática está a punto de estallar, dejando claro que la vida en una embajada es todo menos aburrida.

Resultó que no sólo era un libro gratis, sino una invitación a leer el original, Don't Tell Alfred, antes de ir a París en agosto y conocer de antemano París visto por los ojos glamourosos y de altas esferas de Nancy Mitford. Saltándome The Blessing (La bendición, también de Libros del Asteroide, como los otros dos: A la caza del amor y Amor en clima frío), eso sí, que ya leeré más adelante y que no es un salto grave puesto que no es parte de la historia de Fanny, aunque al menos dos de los personajes se cruzan con No se lo digas a Alfred.

El libro aún no está en la estantería, sino que ronda por aquí y por allá y siempre que me topo con él - muchas veces, no siempre fortuitas - lo huelo (oler los libros es de esos vicios inevitables), porque como comprobé desde el primer momento (es una de las primeras cosas que hago con los libros, a veces un poco a hurtadillas antes de comprarlos) huele de maravilla, cosa que ya no ocurre con muchos libros. La cosa ha llegado a tales extremos que Manuel ya me ha dicho más de una vez que deje de colocarme con el libro.

Dicho y hecho, en cuanto acabé The Children's Book y pasé un par de días entre los poemas de Muriel Spark (ya hablaré de ellos), saqué Don't Tell Alfred de su posición en la librería y, desde entonces se ha vuelto inseparable de No se lo digas a Alfred, porque si hay algo que me cuesta casi tanto como resistirme a oler los libros, es el tener a mano una traducción y no comprobar compulsivamente cómo habrán traducido esto o lo otro. Y aunque apenas llevo cinco capítulos - es lo que tiene leer las cosas dos veces - debo decir que Milena Busquets me tiene impresionada con su excelente traducción. Y Nancy Mitford, por supuesto, me sigue sorprendiendo con sus historias elegantes y cómicas al mismo tiempo, pero de eso ya hablaré cuando me termine el libro.

Finalmente, le doy de nuevo las gracias a la gente de Libros del Asteroide por su fantástico regalo.

miércoles, 8 de julio de 2009

La bella y la bestia

Quienes hace unas semanas se acordaban de La bella y la bestia, no irían muy desencaminados a la hora de adivinar dónde estuvimos ayer, porque precisamente estuvimos viendo el musical. Desde hace meses Manuel sentía cierta curiosidad por verlo - yo si lo veía, bien, y si no pues también - pero los precios astronómicos de las entradas le saciaban la curiosidad lo suficiente como para decidir no ir. Y a mucha gente le debía de pasar lo mismo, porque de repente empezaron a salir ofertas, rebajas y demás y pudimos encontrar entradas asequibles.

La bella y la bestia diría que es una de mis películas de Disney favoritas, incluida la banda sonora, y estoy deseando que el año que viene - octubre, creo - Disney la saque de la famosa cripta (¿? no sé, sé que en inglés es la "Disney vault"), donde "guardan" las películas hasta que les vuelve a tocar el turno de sacarlas a la venta. Además ayer, con The Children's Book y sus muchas variantes de cuentos de hadas, veía la historia con otros ojos.

Y estuvo bien. Eso sí, no sé si era la costumbre o qué, pero las canciones añadidas que no salían en la película me gustaban menos que las que ya conocía. Los actores estaban bien, y eso que nos tocó la Bella sustituta. Cuando salió Gaston, yo me debatía entre si era Sergi Albert o no, pero Manuel al principio no me creía porque ni yo misma terminaba de creerme. Y es que después de verlo haciendo de príncipe en Boscos Endins y luego de Sir Gallahad en Spamalot, el papel de Gaston le venía tan al pelo que parecía increíble. Pero a medida que pasaba el tiempo yo estaba más segura y, por fin, un vistazo al programa confirmó que era el "sustituto" de Gaston, así que acerté y casi esperaba uno de sus tradicionales "¿ah, sí?", pero no lo hubo.

El caso es que el escenario, los decorados, el vestuario, la iluminación todo es impresionante (sobre todo en Qué festín/Be Our Guest), pero yo no sé si fue por lo de las canciones o qué, pero al final, incluso habiéndome gustado mucho, parecía que le faltaba algo. O quizá es que yo esperaba ver la película.

Al salir nos encontramos con las fuentes de Montjuic en pleno espectáculo de luces en música, brisita y, de vez en cuando, agua de las fuentes. Así que nos quedamos un ratito - yo nunca las había visto - disfrutando del espectáculo, el fresquito y la brisita y haciendo fotos (yo). También había una enorme luna llena que rivalizaba con las fuentes. Yo me hubiera quedado ahí toda la noche (sobre todo por el fresquito, para qué engañarnos), pero por lo visto según Manuel había que volver a casa.

martes, 7 de julio de 2009

The Children's Book, de A.S. Byatt

The Children's Book, de A.S. Byatt es sólo el segundo libro que leo de esta autora, y eso que Possession (Posesión) me gustó mucho, pero luego los resúmenes del resto de sus libros, al menos algunos que he mirado con más detenimiento, no me han terminado de convencer. Sin embargo este, desde que lo vi anunciado como "próximo lanzamiento", me llamó mucho la atención y tenía muchísimas ganas de leerlo.

Y es que no me resisto a una buena saga/historia familiar. Y este libro incluye tres a falta de una. Tres familias, los Wellwood en sus dos ramas, los Cain y los Fludd (incluidos su protegido Philip Warren y su hermana Elsie), a los que conocemos en el verano de 1895 y de los que nos despedimos en 1919, después de la Prmera Guerra Mundial. Y es que lo quiera o no casi todos mis libros últimamente acaban derivando en una de las dos guerras mundiales.

Pero, guerras aparte, The Children's Book es también un libro de esos para que los libros y demás "conocimientos" anteriores parecen haberte preparado. Aunque las tres familias son ficticias, la historia que les rodea no lo es y A.S. Byatt se preocupa mucho de proporcionar el contexto necesario para que las ubiques bien. Así que el movimiento Arts & Crafts, con incontables menciones y referencias a Burne-Jones, William Morris, etc., con su equivalente alemán, los incipientes bohemios de los que hablabla Virginia Nicholson, los victorianos y, con el paso del tiempo los eduardianos, con las diferencias radicales que hubo entre los dos periodos y en la confusión de actitudes y el doble rasero que reinaba en todo, en especial en lo que respectaba a las mujeres (era la época de la mujer nueva y el sufragismo). Y un largo etcétera. Además, muchas cosas de las que se cuentan dejan ver que ya todo está inventado. Cuántas teorías e instrucciones de los miembros del movimientos Arts & Crafts no habré leído en páginas "modernillas" que se creen a la vanguardia de esto o lo otro.

Además de lo ya conocido, A.S. Byatt sigue añadiendo y escribe uno de esos libros que te mandan constantemente a internet, a páginas que te llevan de acá para allá* y que se suman a las más de seiscientas que ya tiene el libro de por sí. Pero por suerte siempre resulta todo interesantísimo, así que se hace muy ameno.

Como pasó el año pasado con Nueva York, este año también, sin hacerlo a propósito, termino en París sin haberlo buscado. Miembros de las tres familias viajan a la exposición universal de París de 1900 y A.S. Byatt se esmera en describirla con todo lujo de detalles. Así que aunque a París no iremos hasta mediados de agosto, yo de momento puedo decir que he estado muy cerquita del París de 1900 (y no se menciona, pero algunos de los carteles de esa exposición era precisamente de Alphonse Mucha).

Aunque así contado puede parecer un libro disperso, no lo es en absoluto. Todo se basa en la firmeza de los personajes (uno de ellos, Julian Cain, a veces parece escrito por Virginia Woolf) y en lo bien unida que está la trama, que en su mayoría está unida por el tema de los cuentos de hadas, que es un tema que estudian muchos de los personajes. Sin ir más lejos, la matriarca de los Wellwood, Olive, es una escritoria ficticia y de lo más exitosa de cuentos de hadas. De hecho, como en Posesión, A.S. Byatt le da ese toque realista a la novela incluyendo varios de los cuentos de Olive (que en realidad son de la propia Byatt, claro). Lejos de ser superfluos y prescindibles, son pequeñas joyas, sobre todo uno llamado The People in the House in the House. Byatt, además, hace que varios personajes asistan al estreno de Peter Pan, que es, como la exposición de París, tremendamente real. Todo esto, por supuesto, se enlaza con reflexiones acerca de la obsesión reinante en el momento con este tipo de historias para niños que en realidad eran más para adultos y cómo la visión de la infancia cambió radicalmente justo entonces.

Eso sí, a pesar de lo mucho que me ha gustado, no es un libro perfecto. Le falta un hervor a la edición. Hay muchas cosas que se repiten, por ejemplo. Pero todo son minucias que en realidad no impiden que la lectura enganche y te deje muy satisfecho. Así que espero que lo traduzcan. Tratándose de A.S. Byatt me atrevería a decir que así será, pero ya veremos.

* Imposible hacer una lista de todo lo que visité mientras leía el libro, pero he aquí algunas cosas que me llamaron especialmente la atención:

- La web del Victoria & Albert Museum en Londres, en el que nunca he estado pero donde empieza el libro. La web está llena de fotos y recursos que podrías ver durante horas, pero también tiene pequeños juegos y actividades con los que me lo pasé en grande: diseñé mi propio azulejo Arts & Crafts, mi propio estampado, mi propio anillo, mi propia carátula de disco, etc, etc.

- Leí mucho sobre la exposición universal de París de 1900 aparte de todo lo que se cuenta en el libro. La electricidad fue la estrella y se hicieron con ella cosas maravillosas y rocambolescas. ¿Mi preferida? Las aceras móviles que, mientras parecen una locura para una ciudad entera, ahora usamos con normalidad en el metro o el aeropuerto. Este vídeo es fantástico.

- También se habla mucho de las sufragistas y todos sus "hechos, no palabras". La mayoría de las cosas, tanto las que se cuentan como las que leí después, dejan sin habla, pero este vídeo de la muerte/suicidio de Emily Davison en 1913 es impactante (pero también le sonará un poco a quien haya leído Falling Angels (Ángeles fugaces), de Tracy Chevalier).

EDITADO EN MAYO DE 2010: Lumen acaba de publicar la traducción de este libro: El libro de los niños.

Empezando los 28

Muchas gracias a todos los que dejásteis comentarios para felicitarme ayer.

He aquí lo que trajeron los 28; desde luego no me puedo quejar en absoluto. La "foto oficial" se puede hacer grande haciendo click sobre ella, pero de todos modos aquí va una breve descripción de cada cosa, empezando por arriba:

- Una heladera/máquina de hacer helados. Manuel se inspiró en este comentario de Ángeles. Ya veremos qué nos sale. De momento ya tenemos la cubeta en el congelador como dicen las instrucciones, así que cualquier día de estos la estrenamos con un buen helado de chocolate.

- Una máquina de hacer palomitas: su explicación es que nuestro microondas es hostil a las bolsas de palomitas y, cuando todavía no se han acabado de hacer, tiende a hacer que el plato que haya debajo se rompa. Por suerte aprendimos a quitar el plato del microondas - carísimo por separado - para hacerlas después de que se rompiera una vez, pero aun así es un rollo el jaleo que se monta para hacer unas miserables palomitas para acompañar las noches de series de los sábados. Deseando estrenarla también, claro.

- El catálogo de la exposición La bella durmiente del Museo del Prado. Regalo de mis padres, la encontraron en la Feria del Libro y se acordaron de que yo había protestado porque no la tenían cuando vimos la exposición en el Museo. Una maravilla.

- All the Poems, de Muriel Spark. Muchísimo tiempo queriéndolos y hace unos días me enteré de que siempre los habían tenido en La Central. Los reservé y le dejé a Manuel caer que estaban allí. Se pasó a recogerlos y ayer no me separé de ellos. Ya hablaré más detenidamente.

- Un "recortable"/maqueta de la Casa Amatller, que es una de mis preferidas en Barcelona. Ya tengo pasatiempo para el verano, aunque mis manos muy artísticas no son: veremos qué sale.

- El vaso de Kukuxumusu que daban con el periódico sólo en algunos sitios. Venido entero y verdadero desde Madrid.

- Un libro "madrileño" de recetas de... ¡100 galletas! Y qué pinta tienen todas. La que nos espera.
- Imanes de Alphonse Mucha. Preciosos, y ya hay más de uno puesto en el frigorífico. (Lo que me recuerda que me tengo que quitar mi auto-mensaje de frigopoesía. Hace unos días escribí "casi un año más. Felicidades a mí", pero ya se ha quedado obsoleto, incluso habiendo quitado el "casi" ayer.)

- ¡Por fin! El segundo tomo de las Obras completas de Carmen Martín Gaite. Muy a la altura de las expectativas, viene hasta con los dibujos de Caperucita en Manhattan.

- Y The Victorians, de Jeremy Paxman, con su libro y su DVD. El libro es aun mejor de lo que recordaba de cuando lo hojeé en Londres en febrero. Es curioso que el cuadro de "sol ardiente de junio" (el de la portada del catálogo de La bella durmiente que he puesto antes) se mencione varias veces. Así que, por pura casualidad, tengo un pequeño grupo temático.

- Y una tarjetita muy mona.

Y entre llamada y llamada (alguna perdida, oops) y mensaje y mensaje, nos fuimos a comer por ahí, a dar una vuelta por sitios con aire acondicionado preferentemente aunque Manuel rechazó mi sugerencia de ir a las rebajas. Me miró con cara de estar loca por querer ir a las rebajas el día de mi cumpleaños, pero le recordé que yo nací después de una visita de mi madre a las rebajas y que, durante muchos años, siempre había quien el día de mi cumpleaños me llevaba a las rebajas para hacerme el regalo que yo eligiera. Así que podría decirse que la sugerencia casi estaba en mis genes.

Nos trajimos a casa una deliciosa tarta Selva negra (que aún queda), vagueamos un rato, y yo me decidí a hacerme un auto-regalo en The Book Depository. Pero sobre eso más cuando llegue.

Así que el día estuvo muy bien, los 28 empezaron con buen pie.